Todavía en nuestros días, muchos españoles sufren un pudor paralizante que les impide reconocer abiertamente el mérito intelectual de algunos de los grandes hombres de nuestro atormentado siglo XX. Esto es así, sobre todo, cuando las convicciones políticas de esos personajes les alejan de lo que, por fortuna desde nuestro punto de vista contemporáneo, casi todos consideramos democráticamente aceptable. Si además ese intelectual desempeñó un papel más o menos relevante en las estructuras de poder desarrolladas por alguna de las dictaduras del siglo pasado, sus obras literarias, artísticas, e incluso científicas, por mucho que esas creaciones se sitúen al margen de cualquier creencia política, quedan irremisiblemente invalidadas.
Esto es lo que sin duda ocurre con las obras de don Ramiro de Maeztu, de quien además, y para colmo de males, a la mayoría su nombre apenas evoca el de ese hermoso colegio de la madrileña calle de Serrano donde, por cierto, uno estudió las primeras letras y los rudimentos de las matemáticas, aunque no sepa todavía si con la necesaria atención y el provecho deseable.
Sabido es que Maeztu evolucionó ideológicamente desde ese regeneracionismo progresista, característico de casi todos los de la generación del 98, cuando escribe Hacia otra España, hacia posiciones cada vez más conservadoras hasta alcanzar una claramente fascista, con obras como Defensa de la Hispanidad, ya en los años previos a su brutal asesinato perpetrado por los milicianos en 1936.
Uno cree que hay al menos dos grandes libros de Ramiro de Maeztu que conviene rescatar del olvido. El primero, de 1919, resulta fundamental para comprender la evolución de las ideas de Maeztu, al margen de prejuicios ideológicos y de estereotipos vanos. Está escrito directamente en inglés, redactado en paralelo a las crónicas periodísticas que enviaba desde los frentes de batalla de la primera guerra mundial, y se titula Authority, liberty and function in the light of the war. El segundo, de 1926, es un libro delicioso, reelaborado a partir de muchos de sus artículos publicados a lo largo de los años en la prensa de Buenos Aires, en el que expone con un dominio magistral del lenguaje, y una elegancia por desgracia hoy en día desaparecida, sus sólidas ideas sobre cómo el arte y la literatura deberían ser elementos fundamentales para la regeneración de España.
En estos tiempos en los que asistimos perplejos a los tremendos desaguisados de unos, y a las torpezas de otros, que en definitiva amenazan la convivencia de todos, uno coincide cada día más con don Ramiro, y también con Baroja, Azorín, y hasta con Costa y Ganivet, en que hoy igual que entonces, basándonos en el arte y en la literatura y sobre todo en la tolerancia que les son propias, es necesario regenerar España.
Ignacio Vázquez Moliní