Francois Hollande lo anunció en la solemnidad de Versalles: «Francia está en guerra.» Diputados y senadores, en pie, cantando La Marsellesa. La iconografía resultaba impresionante.
Francia está en guerra contra el ISIS, el Estado Islámico, y esta guerra la va a librar no solo con armas sino también con una modificación de la Constitución.
El país de la igualdad, de la solidaridad, de la fraternidad, el país que ha sido y es referencia de libertad va a utilizar medidas excepcionales que si las tomara cualquier otro país criticaríamos sin dudar. Se cerrarán mezquitas, se suprimirá la nacionalidad a los condenados por terrorismo, se vigilarán fronteras, la policía tendrá poderes extraordinarios, por lo pronto ya está llevando a cabo detenciones sin mandamiento judicial, el Ejército patrullará las calles de las principales ciudades, etc ,etc.
Esta guerra la va a librar no solo con armas sino también con una modificación de la Constitución
Pero el presidente de la República es un socialista, François Hollande, un hombre cuyo compromiso con la libertad y los valores de la Francia republicana están fuera de toda duda.
En realidad Francia actúa sin complejos. Y actúa tan sin complejos que al día siguiente de los atentados celebró una misa solemne en la catedral de Notre Dame a la que asistieron los presidentes del Congreso y del Senado, así como varios diputados y senadores, además de la alcaldesa de París y un ex Presidente de la República. La Francia laica, la que enseñó al resto del mundo sobre la imperiosa necesidad de separar iglesia y Estado, quiso recordar cuales son sus raíces. Francia la muy laica Francia, la muy católica Francia. Y sí, en Notre Dame también se canto La Marsellesa, como se canta estos días en las calles, en la Plaza de la República, en los lugares donde se perpetraron los atentados.
Sí, quizá tendría que poner por titulo a esta columna: sin complejos. Define mejor lo que está sucediendo en el país vecino, define mejor la actitud de sus gobernantes, define mejor como sienten y como actúan sus ciudadanos.
En nuestro país medidas como las adoptadas en Francia sería impensables. Aún no hemos logrado desprendernos de la carga ominosa de los cuarenta años de Dictadura y hay un temor subyacente a no parecer lo suficientemente demócratas.
En España algunos «tertulianos» se escandalizan por la utilización de la palabra «guerra», no es una guerra, afirman contundentes. Prefieren ignorar los reiterados comunicados del Estado Islámico en los que afirman que están en «guerra contra los infieles».
Pero Francia no tiene complejos, y no quiere renunciar a la «grandeur» porque sería tanto como renunciar a ser ella misma. De manera que va a defender su libertad, su esencia, y lo va a hacer sin complejos, no tiene por qué, al fin y al cabo es el país de Robespierre, el país que exportó al resto del mundo los valores de la Revolución de 1789, libertad, igualdad, fraternidad.
Julia Navarro