domingo, septiembre 22, 2024
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París bien vale una misa

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“Paris vaut bien une messe” es una frase atribuida al príncipe Enrique de Borbón, pretendiente hugonote, o sea protestante, al trono galo, quien se convirtió al catolicismo para reinar en Francia. La expresión, no obstante, se utiliza para significar la necesidad de establecer prioridades o, lo que es lo mismo, para subrayar la utilidad de renunciar a algo, por valioso que sea, para lograr así lo que en rigor más se desea.

Traigo a mi columna este viejo tópico cultural, con sus sonoras reminiscencias políticas y religiosas, en estos días aciagos posteriores a la masacre terrorista perpetrada en París, capital de la libertad y del laicismo, porque evoca el valor de la cesión, de la pérdida, de la renuncia a lo propio en favor de un objetivo colectivo que se considera superior.

Identificados cinco de los siete terroristas suicidas autores de la atroz candena de atentados del viernes, 13 de noviembre, podemos constatar algo terrible. Se trata de jóvenes franceses o residentes en Bélgica, con edades comprendidas entre los 20 y los 31 años.

Ismail Omar Mostefal nació en Francia y ha sido identificado por un trozo de dedo encontrado en la sala Bataclan, donde acabó con la vida de decenas de personas antes de inmolarse. Ibrahim Abdeslam, con residencia belga, hizo explosionar su cinturón-bomba en un restaurante del boulevard Voltaire. Samy Amimour, parisino de nacimiento, formaba igualmente parte del comando que atacó la sala Bataclan. Bilal Hadfi, de nacionalidad francesa pero residente en Bélgica, ha sido identificado como uno de los kamikazes que se inmoló ante el Estadio de Francia. El quinto terrorista también se inmoló allí. Junto a sus restos se encontró un pasaporte sirio a nombre de Ahmad Almuhammad, cuya autenticidad no ha sido “confirmada” aún. Todos los terroristas, distribuidos en comandos, llevaban chalecos explosivos con peróxido de nitrógeno y un detonador.

Las fuerzas y cuerpos de seguridad de los países europeos siguen la pista a Salah Abdeslam, nacido en Bruselas y hermano de uno de los terroristas suicidas. Su presencia fue detectada, el día siguiente de los atentados, en un control fronterizo franco-belga que pasó sin mayores trabas junto con otros individuos árabes residentes en Bélgica, dado que ninguno de ellos estaba fichado. Salah es hoy el hombre más buscado de Francia y, probablemente, del mundo.

El hecho de que los asesinos sean jóvenes europeos de origen árabe debe hacernos reflexionar sobre las motivaciones e implicaciones de sus actos. Han renunciado a sus vidas para sembrar el terror, acabando indiscriminadamente con las vidas de sus congéneres. Es decir, que en su determinación asesina pesaba, sobre todo, la errónea certidumbre de estar haciendo algo superior al valor de su propia existencia. Y, en estas condiciones, resulta muy difícil luchar contra la fuerza de tanta sinrazón, especialmente si no somos capaces de renunciar a nuestras diferencias y unirnos sin fisuras frente a la enormidad de la amenaza que, para los valores de la democracia, supone la brutal y coordinada actividad terrorista del radicalismo islámico.

El presidente Hollande ha anunciado que “Francia está en guerra” y ha solicitado a la Unión Europea que se active la cláusula comunitaria prevista para la defensa colectiva. «Hoy Francia pide la ayuda y asistencia de toda Europa, y toda Europa, unida, responde sí», ha dicho la jefa de la diplomacia de la UE, Federica Mogherini, escenificando así la necesaria cohesión del conjunto de los gobiernos europeos y de la propia Unión.

En España, Podemos ha enviado a las demás fuerzas políticas una propuesta inconcreta de siete puntos para luchar contra el Estado Islámico, con obviedades tales como “cortar las vías de financiación y abastecimiento logístico del EI”. Y ello, en un intento de no quedarse al margen del debate en torno a la estrategia española común antiyihadista, después de desmarcarse del pacto impulsado por PP y PSOE, al que, a mi juicio, se ha adherido rápida y acertadamente Ciudadanos.

Albert Rivera, serio aspirante a la presidencia del Gobierno de España, ha mostrado, con ello, un ejemplo de su determinación y posicionamiento en materia de política exterior, la parte menos conocida del ambicioso y sensato programa de Ciudadanos para el conjunto de la sociedad española y europea.

Si, los terroristas lo saben, Parín bien vale una misa. Y haría bien la izquierda populista en aprender a renunciar a sus estravagancias ideológicas minoritarias en favor de la libertad y la seguridad de todos. Viva Francia.

Ignacio Perelló

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