Se lo dice Rick a Lisa al despedirse en el aeropuerto en la película “Casablanca”. Siempre nos quedará París, o siempre tendremos París en el recuerdo. Hoy, Paris, la Marsellesa, las banderas a media asta, el bleu-blanc-rouge de los edificios oficiales, las flores y velas en la plaza de la República y en los lugares de los atentados, el callejón trasero de Bataclán con los cuerpos destrozados en el suelo y los rostros despavoridos, los jóvenes tomando una copa en las terrazas, desafiantes, para demostrar al DAESH que no les pueden cambiar la vida, no pueden cercenar su libertad y sus ganas de vivir son imágenes e himnos que quedarán grabadas siempre en el corazón.
Confieso que se me cayeron lágrimas como puños cuando escuché cantar la Marsellesa a los que salían del Estadio de Francia sabiendo ya que algo muy serio, muy grave, sucedía. Encerrada en la habitación de un hotel de Montparnasse, pasaba de una emisora de televisión a otra tratando de averiguar qué ocurría exactamente. El teléfono no paraba de sonar desde España, en las calles no había un alma, el sonido de las sirenas era constante e inquietante. Mejor no salir, por prudencia y para dejar a las ambulancias y coches del ejército y policía que llegaran a su destino. París era un infierno. El nombre Bataclán se ha convertido en un símbolo, como la brasserie La Petite Cambodge, uno de los lugares de encuentro de los jóvenes del distrito 11, que es hoy lo que era el Quartier Latin hace unas décadas.
París siempre será especial, para Rick y Lisa, para Humphrey Bogart e Ingrid Bergman
París siempre será especial, para Rick y Lisa, para Humphrey Bogart e Ingrid Bergman, pero también para los que nos educamos con la cultura francesa como referente extranjero y amamos un país que no siempre es bien comprendido desde España porque, todo hay que decirlo, los franceses son muy suyos. Pero la reacción valiente y patriótica de los franceses no ha extrañado sin embargo a los que conocemos su orgullo por ser lo que son y ser de donde son. Ojalá los españoles tuviéramos ese sentido patrio…
Ante la tragedia de Paris, que es un poco la tragedia de todos porque el DAESH no respeta fronteras, ha aparecido el mejor Rajoy. El hasta ahora desconocido dialogante Mariano Rajoy, al que no duelen prendas en coger el teléfono para llamar nuevamente a Sánchez, Rivera e Iglesias –ya lo hizo cuando la declaración independentista del parlamento catalán- para adelantarles las iniciativas del gobierno y escuchar sus puntos de vista. Curiosas las declaraciones elogiosas de Pablo Iglesias en las que se refería a un Rajoy “mucho más consciente de la gravedad, complejidad y delicadeza de la situación que Rivera, que con su sobreactuaciones belicistas me recordaba al Aznar de las Azores”. Me lo cuentan hace un mes y no lo creo, aunque sobraba el mandoble al líder de Ciudadanos. Con esta nueva actitud Iglesias se acercará a muchos, aunque se abrirá aún más la brecha que ha abierto con su público más auténtico, el más radicalizado, el más antisistema.
Pero no caigamos en el juego de ver a quién favorece y a quién perjudica electoralmente la salvajada de los atentados de París. Para desgracia nuestra, ya hubo quien utilizó los atentados del 11-M, o intentó utilizarlos, a conveniencia. Lo que dice poco de algunos de nuestros políticos de entonces, y prefiero no señalar a nadie porque el intento de utilización se dio a derecha y a izquierda.
En París, con despacho en la embajada española y en el ministerio francés de Justicia, trabaja Javier Gómez Bermúdez, juez de enlace entre España y Francia desde hace unos meses. Su labor es apasionante y delicada, resuelve situaciones complicadas sin que nadie sepa quién está detrás de determinadas autorizaciones de extradición o de ciertas autorizaciones para que fuerzas de seguridad españolas tengan acceso a informaciones confidenciales.
Gómez Bermúdez tendrá que aplicarse estos días en la lucha conjunta contra los yihadistas. No es nuevo en esas lides: presidió el tribunal que juzgó a los terroristas que provocaron la masacre del 11-M.
Pilar Cernuda