miércoles, noviembre 27, 2024
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Ampliación OTAN

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Esta semana pasada la Alianza Atlántica propuso a Montenegro iniciar unas conversaciones para que pueda convertirse, al término de las mismas, en el vigésimo noveno aliado. No es una sorpresa. Hace años que Montenegro está en cola para incorporarse a la OTAN aunque su opinión pública está dividida al respecto. En 2009 fue incluida en el «Membership Action Plan» (MAP), programa que la Alianza creó en 1999 para encauzar los procesos de accesión a la Alianza. A partir de 1989, tras la caída del Muro de Berlín, los países hasta entonces separados de nosotros ideológicamente por el Telón de Acero soviético iniciaron su avalancha de peticiones de ingreso en dos organismos complementarios: la Unión Europea y la Alianza Atlántica.

Desde que cayó ese telón, al final de los años cuarenta del siglo pasado, se venía pidiendo desde Europa Occidental, libre y democrática al contrario que la Oriental dominada por la Unión Soviética comunista, una reunificación europea siguiendo los parámetros político-económicos occidentales, parámetros cuya traducción a la realidad se plasmaron en la Unión Europea (democracia, derechos humanos, bienestar e integración) y en la Alianza Atlántica (seguridad y defensa de sus democracias). La Unión aún debe desarrollar una propia defensa que, asimismo, pueda encajarse en la OTAN como la de cualquier aliado actual.

Para los europeos orientales el temor histórico y contemporáneo se llama Rusia, un gigante que, consideran, siempre les ha amenazado o avasallado. Amparados por el Acta Final de Helsinki (firmada asimismo por Rusia) que permite que cualquier Estado se una voluntariamente a un grupo de Estados, o una Alianza, los antiguos vasallos rusos quisieron estar, legítimamente, como nosotros, en la UE y en la OTAN que incluye a los EEUU, una gran potencia militar. Es pues irrealista pretender que a Rusia se le dieran garantías firmes de que estos países quedarían a la intemperie y fuera de nuestros dos paraguas occidentales.

El ingreso de Montenegro en la Alianza tiene más valor político y simbólico que militar. Tiene 14.000 km cuadrados y 600.000 habitantes. Sus Fuerzas Armadas son escasas, 2.000 efectivos. Un pequeño ejército profesional que, sin embargo, participa en operaciones de mantenimiento de la paz vía la OTAN y la ONU. También dispone de buenos puertos. Con su próximo ingreso la costa mediterránea aliada, desde la frontera de Turquía con Siria hasta el Estrecho de Gibraltar, tendrá una continuidad práctica. Grecia quedará, asimismo de este modo, unida territorialmente al resto de sus aliados a lo largo del Adriático, un mar interior de la UE y de la OTAN.

Montenegro, asimismo candidato a la UE, fue el último componente de la fenecida Yugoslavia en abandonar, en 2006, a Serbia, a la que había quedado asociada como Federación de Serbia y Montenegro. Tiene frontera con Serbia que no es ni de la UE ni de la OTAN como tampoco lo son otros dos colindantes suyos, Bosnia y el territorio de Kosovo cuya independencia unilateral no ha sido reconocida ni por España ni por otros países. Son también fronterizos montenegrinos Croacia (UE y OTAN) y Albania (solo OTAN por ahora). Los Balcanes Occidentales son un puzle complicado, lioso y, en el pasado, sangriento.

Moscú se hace la virgen ofuscada y rasga sus vestiduras por principio pues esta ampliación constituye, estima, un posible precedente para unos eventuales, aunque improbables, ingresos futuros de Georgia o de Ucrania. Por ello es necesario recuperar un diálogo occidental con Moscú, aunque sin ceder a pretensiones y hechos consumados suyos inaceptables. La lucha contra el Califato islámico es una ocasión, aún por consolidar, para un acercamiento con el Kremlin y puede recuperarse en la Alianza el funcionamiento del Consejo OTAN-Rusia, congelado tras la anexión ilegitima rusa de Crimea, y en el que Rusia está en igualdad de condiciones con los Aliados.

El ingreso montenegrino contribuirá a la estabilidad de los Balcanes Occidentales y, asimismo, debe enmarcarse en un creciente interés de la OTAN por el Mediterráneo, lo que España siempre ha deseado, razón por la que impulsamos en 1994 el programa aliado del «Dialogo Mediterráneo» enfocado a países de las orillas Sur y Este de esa cuenca marítima. La UE tiene programas similares. El ahora mal llamado “Flanco Sur” interesaba a la Alianza cuando la URSS surcaba, antes, el Mare Nostrum con buques de guerra, submarinos y barcos espías. Actualmente los riesgos y amenazas, fruto de la inestabilidad en África y en el Oriente Medio así como del terrorismo yihadista, son esencialmente propios de esa área geográfica y no una extensión hacia el sur del frente central europeo de cuando la Guerra Fría.

La Ministra para las relaciones exteriores de la UE, Mogherini, asistió a esta reunión de la Alianza para tratar tanto los asuntos que preocupan en el Este europeo como aquellos que afectan al conjunto de la cuenca mediterránea objetivo y víctima del yihadismo terrorista.

Carlos Miranda

Embajador de España

 

Carlos Miranda

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