Los sociólogos están tan preocupados como los equipos de campaña de los partidos: ni unos ni otros saben lo que va a votar ese porcentaje de indecisos que las encuestas sitúan nada menos que entre el 24 y el 40 por ciento, y unos y otros saben que los votos no están en los programas -lamentablemente- ni en los mítines, sino en las televisiones, que es el nuevo campo de juego de la campaña electoral. Y en ese nuevo terreno en el que juegan los cuatro líderes, algunos esperaban que Rajoy se diera la primera bofetada por su autoexclusión y su falta de experiencia y de dedicación, lo contrario que los líderes emergentes como Iglesias y Rivera. Pero se han equivocado. El presidente, que casi siempre hace tarde lo que debería haber hecho cuando tocaba, no está saliendo mal parado. También esperaban que su ausencia voluntaria y premeditada de algunos debates le haría pagar un precio. Parece que tampoco ha sido así. Ahora estamos esperando el debate a cuatro del lunes, donde Soraya Sáenz de Santamaría hará de Rajoy y, si me apuran, hay más interés por su presencia que si hubiera ido el mismísimo presidente en carne mortal. Puede ser una sorpresa, si el debate se hace sobre argumentos y no sobre slogans o promesas.
El presidente, que casi siempre hace tarde lo que debería haber hecho cuando tocaba, no está saliendo mal parado
Rajoy tiene tablas y sabe que tiene que jugar a no equivocarse si quiere, al menos, mantener esa primera plaza y un número de escaños que le permita tratar de formar gobierno. Pedro Sánchez se juega mucho más que una victoria improbable: puede ser tercero. Y si le pasara Podemos, lo que parece difícil por más que Pablo Iglesias ponga en el centro de su campaña su mensaje a los «verdaderos socialistas», será su final. Algunos de los suyos lo desean. Lo más fácil es que el PSOE consiga los peores resultados en cuarenta años, una mala noticia para esta democracia, pero una respuesta a la falta de proyecto y de definición del socialismo. Se equivoca gravemente Pedro Sánchez intentando repetir el pacto contra el PP a costa de lo que sea. Por su parte, Albert Rivera puede seguir creciendo sin hacer nada, sin ninguna experiencia de gobierno, apoyado en el carisma de su líder y en un mensaje fresco y creíble. Y Podemos trata de superar su mal momento, cambiando radicalmente su mensaje de ruptura, para ganarse a los votantes desencantados del PSOE. Ahora no es tiempo de otras cosas.
Algo bueno están teniendo estas elecciones. Ayer, los líderes de los cuatro partidos que se van a disputar las elecciones estuvieron en el Congreso celebrando el día de la Constitución. Si después de las elecciones, entramos en un proceso de reforma de esa Carta Magna que celebramos merecidamente, no habrá que sorprenderse. Con el consenso preciso, ¿por qué no? Si ahora no hablan apenas de programas, lo tendrán que hacer tras el 20D. Nadie va a tener el poder suficiente como para no negociar casi todo: la economía, la fiscalidad, la educación, la sanidad, la Justicia, las pensiones, el programa energético… El resultado final está en pequeños detalles. Que los líderes transmitan la ilusión o la confianza que piden los electores. Muchos van a esperar al mismísimo día 20 para decidir de quién se fían para afrontar el complejo futuro que tenemos delante.
Francisco Muro de Iscar