En política, cambio es la palabra tótem: todo el mundo trata de venderse como único y verdadero representante del cambio y aspira a lograr una identificación absoluta con él en la esperanza de que en el escaparate electoral triunfe la novedad propia frente a las de la competencia.
Claro que hay cambios y cambios
Cambio dice ofrecer Ciudadanos. Y lo cierto es que las encuestas les han estado sonriendo desde hace tiempo, si bien en los últimos días han empezado a mostrar síntomas de estancamiento o de, incluso, leve retroceso, a lo que sin duda no ayudan actos por debajo de sus expectativas de asistencia como los registrados en Sevilla o Vistalegre. Desde luego, para el votante de derechas Ciudadanos es un gran cambio, incluso un gran recambio: nuevas caras, nueva retórica, nuevos aires. Pero por mucho que luzca el traje, a la derecha siempre se le queda pequeño por el mismo lado: el trato a la mujer.
Para el votante de derechas Ciudadanos es un gran cambio, incluso un gran recambio
Si la derecha pata negra de Mariano Rajoy, se ha pasado la legislatura socavando los derechos de las mujeres, la derecha light de Albert Rivera pretende culminar los recortes en la lucha contra la violencia de género perpetrados por el Gobierno de Rajoy eliminando la agravante por violencia machista, algo que ni el propio Gobierno se ha atrevido a hacer a pesar de los devaneos iniciales de la exministra Mato al calificar los crímenes machistas como violencia familiar. Está claro que para la derecha, el camino al centro es interminable.
Otro tanto puede decirse de Podemos y de Pablo Iglesias. Desde su emergencia en las elecciones europeas, Podemos se ha pasado más de un año clamando por el cambio, si bien el mayor cambio ha sido el de la propia formación. De círculos asamblearios, a dirección férrea; de pluralidad interna a exclusión de la disidencia; de impago de la deuda a auditoría sin más; de romper el candado de la Transición a elogiarla; de la revolución bolivariana a la socialdemocracia clásica.
En este tiempo, el programa de Pablo Iglesias y Podemos ha demostrado la consistencia del azucarillo en el café, lo cual no dice mucho de su capacidad para dirigir un país. Ni eso, ni su voluntad anunciada de convocar un referéndum de autodeterminación en Cataluña: mal presidente quien decide dinamitar de buenas a primeras la soberanía del pueblo español. Claro que para eso hay que tener clara la diferencia entre un referéndum por la autonomía como el de Andalucía y un referéndum por la autodeterminación como el de Timor Oriental.
Incluso Mariano Rajoy se ha apuntado al cambio, sosteniendo, eso sí, que el cambio ya se produjo hace cuatro años. No, señor Rajoy, lo que hemos tenido estos cuatro años no es un cambio, es un cambiazo, una agenda oculta, una agenda B, como es marca de la casa en la calle Génova. Tal ha sido el cambiazo que hasta han llegado a sustituir al presidente del Gobierno por una pantalla de plasma durante buena parte de la legislatura.
De hecho, cuando ustedes lean estas líneas Mariano Rajoy estará ya, o habrá tratado ya de convencerles en el debate con Pedro Sánchez de que él ha traído el verdadero cambio a España. Y no le faltará razón, pero no en el sentido en que él lo dice. España, desde luego, ha cambiado en estos cuatro años de Rajoy: donde había una crisis económica, hoy tenemos una crisis económica, social, política y territorial con un presidente al frente que no solo no ha evitado el rescate sino que nos ha endosado una factura de 30 puntos del PIB a todos y cada uno de nosotros, además del mayor sablazo fiscal que se recuerda en democracia. Si bien hay cosas que, lamentablemente, no cambian, como la actuación del Gobierno y de su presidente en el atentado contra la embajada española en Kabul. Sencillamente bochornosa.
Lo cual nos lleva al Partido Socialista. A tenor de lo visto en lo que llevamos de campaña, el cambio pasa necesariamente por el Partido Socialista. Necesariamente porque si algo han dejado claro los debates habidos hasta ahora es que el candidato que más hechuras presidenciales presenta es Pedro Sánchez. Y necesariamente porque el único partido que ha salido a ganar las elecciones, excepción hecha del Partido Popular, es el Partido Socialista.
Y esto es así porque si algo demuestra la pinza lanzada por Ciudadanos y Podemos, con la ayuda inestimable del Partido Popular, es que a lo único que aspiran es a alcanzar el segundo puesto a base de erosionar al Partido Socialista. Un objetivo sin duda legítimo pero que traiciona el sentido profundo de lo que dicen representar y para lo que tratan de convencer a la ciudadanía de que les den sus votos.
Por tanto, con las urnas a punto de abrirse el próximo domingo, háganse un favor y respóndanse a la pregunta: ¿qué cambio?
José Blanco