Reflexiono. Paseo con sosiego por el pasillo y me paro un momento en la cocina. Mi nieto me pregunta «¿qué haces abuelo?». Y le contesto la verdad: «Reflexiono». Mi nieto no sabe qué quiere decir semejante palabra, así que no insiste y se disfraza de Spiderman y me lanza una invisible tela de araña que teóricamente debería inmovilizarme pero hoy -se lo confieso- no puedo jugar, hoy soy un ciudadano libre que reflexiona.
Me siento frente a la pantalla y repaso los programas de todos los partidos con posibilidades -incluida IU o como se llame ahora- y por un momento rindo un homenaje silencioso a la gente de UPyD devorados, ay, no por sus propios hijos pero sí por los que tardaron más en intentar abrir la brecha del bipartidismo. Sin meterme en análisis políticos y/o sociológicos, no merecen este casi final.
Reflexiono sobre la futilidad de los que abren caminos y de cómo se vienen abajo muchos entusiasmos que hasta cambian de barco cuando las encuestas anuncian mar arbolada.
Reflexiono sobre la soberbia de los recién llegados y sobre los viejunos (este palabro se ha puesto de moda) que siguen pareciendo los que siempre fueron. Pero ¿qué hay de nuevo realmente? ¿Qué mínimo entusiasmo pueden despertar unos y otros en un ciudadano que ni quiere puñetazos en plana calle, ni le gustan los insultos, ni le hace gracia que le dejen por inútil y que no sabe a qué carta juegan los partidos?
Leo los programas y todos están llenos de buenas intenciones, todos quieren mi bien y todos me prometen una felicidad imposible porque, por poco que se sepa, las intenciones no son hechos y cuestan un dineral que no tenemos. Los programas no difieren mucho; unos son más realistas que otros pero todos coinciden en el «qué» aunque ninguno explica el «cómo». Y es ahí donde reside el quid de la cuestión.
Génova -y él- son presos de un pasado reciente donde el hedor a corrupción continúa vivo
Reflexiono sobre los líderes y los partidos y desgraciadamente ninguno ya es capaz de emocionarme. Cierto que el PP de Rajoy -junto a factores externos- va salvando la crisis y el país parece que empieza a respirar sin ayuda. Pero Génova -y él- son presos de un pasado reciente donde el hedor a corrupción continúa vivo y no es cierto que todos los implicados en los escándalos no sigan en el partido: están aún y lo sabe Rajoy igual que sabe que hay inocentes acusados. Pero Rajoy no mueve un dedo.
Cierto que Pedro Sánchez es la cabeza visible de un PSOE histórico e ilusionante pero se acercó más a Zapatero que a González (el peor y el mejor presidente de este país) y tiene un aire de provisionalidad que no le beneficia. Y nunca termina de explicar su proyecto y tiene a Ferraz entre dos aguas: las del viejo Guadalquivir y el mar templado de Barcelona.
A Pablo Iglesias resulta -al contrario que a Revilla- que me cuesta mucho creérmelo. Desde que empezó en esto ha dicho mil cosas y sus contrarias y el que tanto se quejaba de «la casta» ha terminado besando a niños por las calles. Las hemerotecas, reconvertidas hoy en nuevas tecnologías, son peligrosamente tercas a la hora de mostrar las contradicciones y no sé, de verdad, qué quiere Pablo Iglesias perdido tal vez en sus círculos.
Estar en el centro no es lo mismo que ser el comodín que sirve para todo pero tampoco el «incomodín» que todo lo perturbe
Y Rivera, el chico bueno y centrado, tan centrado que lo mismo puede apoyar al PSOE en Andalucía que hacer la vida/gobierno imposible o muy difícil al PP en Madrid. Estar en el centro no es lo mismo que ser el comodín que sirve para todo pero tampoco el «incomodín» que todo lo perturbe.
No sé; reflexiono y reflexiono y me doy cuenta que tal vez la invisible tela de araña que me ha lanzado mi particular spíderman, es mucho menos invisible de lo que parece.
Andrés Aberasturi