El extinto gobierno de Mariano Rajoy ha pretendido justificar durante cuatro años sus errores, sus abusos y sus demasías por «la herencia recibida» del anterior Ejecutivo. Ahora deja su propia herencia, y es de la clase de las que nadie quiere recibir. Lo que deja el PP, según observamos con tanta alarma como consternación, es una nación debilitada, desestructurada, empobrecida, regresada a los tiempos del hambre, de los césares visionarios y de los líderes carismáticos.
La herencia que deja el gobierno del Partido Popular es esto que vemos: los ricos mucho más ricos, los pobres mucho más pobres, la clase media laminada, los dependientes sin amparo, los jóvenes sin futuro, los científicos sin laboratorios, los trabajadores sin seguridad ni dignidad en el trabajo, los parados sin esperanza, y la difícil solución a todo ello, la reparación de tanto daño infringido a los españoles, en manos, supuestamente, de aventureros políticos con pocos escrúpulos, dispuestos a encumbrarse sobre tanta miseria material y moral. El gobierno de Rajoy, la derecha, su desatentada y brutal gestión de la crisis en perjuicio de las personas y en beneficio de la plutocracia y la oligarquía, nos ha dejado de herencia media España al borde de la secesión y a un grupo de marxistas tardíos, falsos revolucionarios de opereta, llámense CUP o Podemos, dueños de la situación.
Con el totalitarismo de su mayoría absoluta, su gobernación por decreto, su sordera, su ceguera, su indiferencia ante el sufrimiento de la población, sus innumerables casos de corrupción, el PP nos deja en herencia esto que vemos, la amenaza de quiebra de un Estado que, por su debilidad congénita, parece no poder soportar semejante presión destructora. Y ahora pretende ese PP que Sánchez, el PSOE, se lo arregle, y ello a costa de quedar destruido también, hundido en abrazo mortal con el partido legatario.
Ahora pretende ese PP que Sánchez, el PSOE, se lo arregle
Saldremos de ésta, pues de peores hemos salido, pero ¿dónde encontrar los guías enérgicos, honrados, sensatos e instruidos para orientarnos en el laberinto?
Rafael Torres