En estos días de resaca electoral y reparto de glorias y culpas, al repasar la trayectoria del líder del PSOE, Pedro Sánchez, uno recuerda lo ocurrido con la selección española de fútbol en el Mundial de Alemania 2006.
El seleccionador era el inmortal Luis Aragonés, que había tomado las riendas de ‘La Roja’ en 2002. El Sabio de Hortaleza había dicho antes de empezar el campeonato que dimitiría al acabar el torneo si no conseguía romper el maleficio que sufría España en las grandes citas futbolísticas y llevar al equipo hasta las semifinales.
España había llegado a trancas y barrancas a la cita mundialista. Tras una mediocre fase de clasificación, había tenido que jugársela en la repesca ante Eslovaquia. Los antecedentes inmediatos tampoco invitaban al optimismo: Los fracasos en la Eurocopa de Portugal 2004 y en el Mundial de Corea y Japón 2002, habían disparado el escepticismo entre la afición.
Tanto era así que en 2006, a pocas semanas del torneo, la prensa hablaba poco del juego de España y se confiaba menos que nunca en sus posibilidades. El morbo en torno a la selección se centraba en si tal o cual jugador vasco o catalán estaría a gusto representando a España o si se atrevería a celebrar los hipotéticos goles, dado que eso podía molestar a los seguidores de su club en su patria chica.
Aquella joven selección tuvo un comienzo fulgurante y arrasó a Ucrania en su debut en Leipzig con un contundente 4-0. Después, ante Túnez y Arabia Saúdí su juego fue a menos y la gente empezó a preguntarse qué pasaría cuando hubiera que medirse a alguno de los grandes del torneo. El 27 de junio, cuando los jugadores saltaron al campo en Hannover para enfrentarse a Francia en octavos, los aficionados ya sabían que no había nada que hacer, que aquello iba a ser un episodio más de la tragedia que acompañaba desde siempre al equipo. Perdieron como siempre (3-1) y ni siquiera llegaron a jugar como nunca.
El mismo día de la eliminación comenzó el debate sobre si el entrenador merecía continuar. Él mismo aclaró que pensaba marcharse y dos meses después puso su cargo a disposición de la Federación, que por suerte para el fútbol mundial lo convenció para que siguiera. Aragonés siguió, rehízo el equipo y con él llegó el triunfo en la Eurocopa de Austria y Suiza 2008, que abrió el camino hacia la gloria alcanzada en el Mundial de Sudáfrica 2010.
Según fuentes socialistas, el líder del PSOE también dijo a su equipo que dimitiría si su partido cosechaba el peor resultado de la historia
Todo estos recuerdos afloran al repasar lo sucedido con Pedro Sánchez en estas elecciones. Su liderazgo nunca convenció a nadie, ni tampoco logró generar un debate de ideas sobre su modelo de país. En la campaña electoral se escribió más sobre sus camisas y sus formas en televisión que de su fondo político. Muchos incluso se preguntan aún si ese fondo existe.
Según fuentes socialistas, el líder del PSOE también dijo a su equipo que dimitiría si su partido cosechaba el peor resultado de la historia. En la sede de Ferraz, algunos dirigentes esperaban los comicios con los cuchillos afilados, listos para liquidar al secretario general la misma noche del 20D. Y el resultado fue, efectivamente, el peor de la historia del PSOE. Peor aún que el consiguió en 2011 Alfredo Pérez Rubalcaba, cuya marca parecía difícil de superar a la baja.
Pero el secretario general no ha dimitido porque, pese a la debacle sufrida, cree que ha salvado los muebles. Las encuestas, además de pronosticarle un batacazo en votos y escaños, ni siquiera le reservaban el puesto de jefe de la oposición y relegaban al PSOE al papel de cuarta fuerza. Una humillación que algunos en Ferraz esperaban pero que no se ha producido. Los socialistas mantienen el segundo puesto, algo que deben de agradecer más a la fuerte estructura de un partido con 136 años de historia que al cuestionado liderazgo de Sánchez.
Por eso no se va ni renuncia a ejercer de líder de la oposición en estos días de negociaciones y pactos. Y se permite decir ‘no’ a Mariano Rajoy y sugerir gobiernos de supuestas mayorías alternativas y de izquierdas. Mientras tanto, rehace el equipo porque aspira a volver un día a presentarse para ganar, ganar y volver a ganar, como el gran Luis Aragonés.
César Calvar