No se sabe para dónde mirar, a la inquietud que se advierte en la calle, la propia de cuando no se sabe quién va a gobernar, se suma la que se vive en despachos de todopoderosos que después del 20-D se dan cuenta de que ya no lo son tanto. Un puñado de votos cambia la vida de un país, pero también la de quienes aspiraban a lo más alto y de pronto se encuentran con que su cuento de la lechera era eso, un cuento, y el tropezón con el cántaro se llevó los proyectos al suelo en menos de lo que dura un suspiro.
Un puñado de votos cambia la vida de un país, pero también la de quienes aspiraban a lo más alto
En los cuarteles generales de los cuatro grandes hay decepción. En todos, aunque unos lo disimulan más que otros. Tanto Sánchez, como Iglesias y Rivera acariciaron seriamente la idea de que podían convertirse en presidentes, y Rajoy aspira a seguir siéndolo aunque Sánchez hará lo imposible para que no lo sea.
Rajoy ha confesado a algún amigo que el cara a cara con Sánchez no le salió como esperaba, pero cree que en las semanas que quedan por delante conseguirá los apoyos suficientes, incluidas las abstenciones, que le permitan imponerse finalmente al dirigente socialista. No le ha sorprendido la actitud negativa de Sánchez en el primer encuentro, sabía que el líder socialista no tenía la menor intención de ponerle las cosas fáciles. De momento. Después, ya se verá. Siempre hay mucho teatro en los asuntos negociadores, que se lo digan si no a Artur Mas y sus interlocutores de la CUP.
Rajoy va a llevar personalmente las negociaciones con otros partidos y nadie del PP cuestionará lo que haga y lo que decida. No puede decir lo mismo Pedro Sánchez, empeñado en llegar a acuerdos con Podemos pero que sabe ya que la vieja guardia –que probablemente es lo mejor que tiene el Psoe- no quiere ni oir hablar de pactos con Pablo Iglesias a cambio de que le apoye en la investidura, entre otras razones porque esos pactos, con toda seguridad, irían contra algunos de las señas de identidad del partido socialista, señas de identidad a las que esa vieja guardia, y los barones regionales, no están dispuestos a renunciar. Por principio y porque pan hoy es hambre para mañana. Además, no se puede apoyar contra viento y marea a quien ha tenido el pasado domingo el peor resultado de la historia del PSOE…
El problema de Ciudadanos es que gira excesivamente en torno a Albert Rivera. Le faltan cuadros, personas con experiencia. Rivera ha hecho la campaña muy centrada en su persona y mostrando mucho a Luis Garicano, que sería su vicepresidente económico si Rivera fuera presidente, algo que llegó a pensar seriamente cuando algunos sondeos colocaban a Ciudadanos por encima del PP o casi. Pero Garicano no ha querido ser diputado y regresará a sus cuarteles de invierno en Londres –trabajo- y Utrech –su casa-, y a Rivera le faltarán personalidades de curriculum brillante en su entorno más inmediato. ¿Manuel Conthe? Me aseguran que hace tiempo que se alejó de Ciudadanos.
El que está encantado es Pablo Iglesias, tanto que ha olvidado que hubo algún día en el que creyó tocar el gobierno con la punta de los dedos. Todos apuntan en su “haber” 69 escaños, 69 votos para lo que haga falta, pero habrá que verlo. En política son frecuentes los desencuentros entre personas de un mismo partido, y no es descartable que una vez iniciada la vida parlamentaria y se tenga que concretar posición ante determinadas propuestas, surjan diferencias entre las Mareas, Compromis, En Comú y otras siglas hoy adscritas a los podemistas.
Panorama tan complicado, tan complicadísimo, que solo pensar en qué puede surgir de ahí se escapa un uffff que indica preocupación, escepticismo y duda al mismo tiempo.
Algún día, no cercano -no hay más que recordar cuánto tardó Susana Díaz en ser elegida presidente, o que Artur Mas todavía está en un siesnoes-, tendremos presidente de gobierno. Imposible hoy adelantar el nombre. Pero eso sí, no es difícil adivinar en cambio que la legislatura va a ser corta. A no ser que el presidente, el que sea, salga de una gran coalición PP-Psoe, la única que hoy traería estabilidad a este país.
Pilar Cernuda