martes, septiembre 24, 2024
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Heródoto y las elecciones

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Al comprobar por enésima vez el resultado de estas elecciones generales, le vuelve a uno la memoria de aquella vieja costumbre que, según Heródoto, tenían los antiguos persas. Contaba el Padre de la Historia, aunque también sea verdad que en muchas ocasiones defendía cualquier disparate con una seriedad pasmosa, que siendo los persas prudentes y sabios ciudadanos, tomaban siempre las decisiones sobre los asuntos públicos reunidos en alegre asamblea que, en no pocas ocasiones, debido a la gran cantidad de bebidas alcohólicas consumidas, terminaba en censurable francachela. Lo acordado en tales circunstancias era examinado de nuevo al día siguiente, se supone que encontrándose todos en estado calamitoso. Si aun así seguía pareciéndoles acertado, lo decidido seguía adelante. De lo contrario, el proceso recomenzaba de nuevo.

Aunque no esté uno demasiado convencido de lo bien fundado de aquellas costumbres persas –y todavía menos de la conveniencia de que se apliquen hoy en día en nuestro desdichado país– lo que sí conviene recomendar es una atenta lectura de Los nueve libros de la Historia, donde Heródoto, como gustaba recordar Borges, mezcla con astucia lo sabido con lo todavía por conocer, el espacio con el tiempo, y lo real con lo imaginado. De hecho, el propio Borges recurre a alguno de los personajes mencionados por Heródoto para elaborar, con técnicas similares, alguna de sus más suculentas narraciones.

Suele conocerse a Heródoto con esa feliz denominación acuñada por Cicerón, como el Padre de la Historia, que en su más profundo origen etimológico se refiere a la investigación o a la información. Sin embargo, como ya ha sido puesto de relieve en muchas ocasiones, tal vez sería más acertado llamarle el Padre de la Prosa, pues seguramente fue de los primeros que escribieron algo diferente a la poesía.

En estos tiempos ajetreados en los que vivimos, apenas puede imaginarse uno que hubo un tiempo lejano –quién sabe si acaso más feliz que el nuestro– en el que los antiguos griegos sólo escribían en verso. La llegada de la prosa fue tal vez el inicio de lo que hoy conocemos como Historia y que, para el bueno de Heródoto y también para Borges, no era sino un constante deambular por los caminos en busca de chismes y cotilleos que, al cabo de los siglos, acabarían convertidos en hechos más o menos fehacientes. La Historia que nosotros conocemos es, por tanto, muy diferente. Va formándose, muy poco a poco, con el poso de nuestras propias decisiones que, como en el caso de las últimas elecciones, ni siquiera tienen la ventaja de haber sido tomadas, como las de los antiguos persas, al amparo de eso que Claudio Rodríguez bautizó como don de la ebriedad.

 

Ignacio Vázquez Moliní

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