lunes, septiembre 23, 2024
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Los partidos y el rey

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Pasadas las elecciones generales navegamos ahora por las aguas desconocidas de los acuerdos post electorales demandados por la ciudadanía española. Pero sólo nos llegan líneas rojas, rechazos, presiones inaceptables, peleas internas, recomendaciones de estar a la altura o propuestas como la de designar a un Presidente del Gobierno ajeno a los partidos parlamentarios. ¿Un golpe de estado civil contra las Cortes? No sorprende viniendo de un admirador de Maduro que maniobra para descartar la abrumadora victoria de su oposición en el Parlamento venezolano.

Conviene actuar con calma, administrando los tiempos prescritos constitucionalmente para desgranar posibilidades y tantear pactos hasta formalizar alguno de ellos. La primera gran cita será, el 13 de enero, la constitución de las Cortes y la votación para elegir al Presidente del Congreso de los Diputados. La nueva pluralidad de las Cortes debiera reflejarse simbólicamente en su Presidencia.

Rajoy debería de abandonar la escena política

Ya se abogó en esta columna por un Gobierno que incluya a los cuatro principales partidos. Al menos hasta que se resuelvan ciertas cuestiones prioritarias e importantes que tienen un carácter substancial o constitucional. Sería útil para conseguir consensos. Lo practican los suizos desde 1959 y les va bien. Muchos argumentos en contra, como que nuestro país no está preparado para ello o que no somos suizos, recuerdan aquellos esgrimidos en la Transición asegurando que no lograríamos una democracia parlamentaria porque no estábamos capacitados. Lo cierto es que desde el final de la dictadura hemos puesto en pie una democracia que funciona aunque sea mejorable. Si queremos llamar “Concordia” al océano que estamos empezando a surcar hay que sumar muchas frustraciones individuales para lograr un entendimiento general.

Para ello algunos sacrificios son necesarios: la repulsa socialista a los populares, la resistencia del PP a políticas más sociales, la aversión de Ciudadanos a Podemos que, a su vez debe renunciar a un populismo de ultramar y al separatismo catalán. Esto último será determinante para poder pactar con Podemos cualquier gobierno, incluso de izquierdas. De lo contrario serán otras las soluciones. Posiblemente un tripartito interclasista o una coalición de derechas. Cualquier pacto, detallado, deberá permitir a cada partido explicar a su electorado logros y concesiones. En cuanto a Rajoy, por su fracaso en la cuestión catalana, su respaldo a Bárcenas y la contabilidad en negro del PP, debería de abandonar la escena política. Es, como Mas, un obstáculo al entendimiento.

Felipe VI demostró en su discurso navideño que está a la altura de las exigencias institucionales

Fijémonos también en Bélgica. Allí la formación de un gobierno suele tardar unos meses empleados en negociar una coalición viable con sus oportunos pactos, pormenorizados, lo que también ocurre en los Países Bajos o en Dinamarca. En Alemania la Gran Coalición tardó en negociarse y sumó en el caso socialdemócrata una consulta directa, mediante un referéndum interno, del SPD a sus afiliados. Hace pocos años en Bélgica la negociación entre partidos para pactar un gobierno duró un año y medio porque debían ponerse también de acuerdo sobre modificaciones constitucionales.

El rol del Rey de los belgas es similar al del Rey de España para la búsqueda de un entendimiento entre los políticos para facilitar la formación de un gobierno. En el caso español el Rey se reúne con el Presidente del Congreso y con los líderes de los partidos para evaluar quién puede ser un candidato en condiciones de obtener la investidura parlamentaria para ser Presidente del Gobierno. El Rey solo propone, ese es su papel constitucional, un candidato al Parlamento y corresponde a este último decidir si esta propuesta tiene el respaldo necesario. El papel real es limitado cuando la situación fruto de las elecciones es clara, pero puede ser importante y útil cuando la situación es, como ahora, complicada. En este sentido Felipe VI demostró en su discurso navideño que está a la altura de las exigencias institucionales que le corresponden. 

En Bélgica cuidan que en el desempeño de su función constitucional su Monarca no se erosione inútilmente. Si propusiese a alguien que fuese rechazado por el Parlamento ello afectaría, en cierta manera, a su prestigio. Por eso han desarrollado dos interesantes figuras de intermediación. Por una parte la del “Informador”, una persona encargada por el Rey de desbrozarle el terreno. Por otro lado está el “Formador”, otra persona de prestigio y confianza suya que, pasada la fase informativa, puede llegar a ser un mediador para la formación del gobierno. Ambos pueden ser sustituidos si el monarca lo considera necesario porque son sus agentes. Ello le permite asumir con más garantías la responsabilidad de proponer al Parlamento una candidatura idónea.

Lo que ocurre en Bélgica y Suiza, así como en otras democracias, subraya la conveniencia de considerar con interés lo que ocurre alrededor nuestro por si nos sirve porque no somos el ombligo del mundo.

Carlos Miranda
Embajador de España

 
 

Carlos Miranda

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