lunes, septiembre 23, 2024
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Atrapados

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Todo anda como la primera noche pero con menos gracia. Han transcurrido diez días desde las elecciones generales y cada idea que escuchamos suma un problema a los que la agenda política ya tiene.

Cierto es que nuestras sociedades aguantan más de lo que creemos y cierto, también, que habiendo un Presupuesto aprobado podemos tomarnos con cierta tranquilidad estos ajetreos postelectorales.

Los días de Navidad nos han ofrecido episodios que demuestran en qué medida las fuerzas políticas carecen de cintura en materia de alianzas, el exceso de líneas rojas en la política española y el peso de las estrategias partidarias.

No perderé el tiempo con el insólito episodio de la CUP que humilla a Calatunya casi tanto como Mas lo hace. Más serio, aunque precipitado, parece el viaje de las baronías socialistas a Madrid, cuando lo que toca, a fecha de hoy, es observar las capacidades de Rajoy para formar o no gobierno.

El insólito episodio de la CUP que humilla a Calatunya casi tanto como Mas lo hace

Es ya evidente lo que se apuntó aquí la pasada semana: las formaciones políticas, incluidas las que demandaban un mapa político plural, siguen aferradas a las políticas de alianzas propias tanto del bipartidismo como de las estrategias de defensa de la identidad. Da la impresión que no se deseaba pluralismo sino sustituir el bipartidismo de siempre por uno nuevo, aunque sin izquierda.

Los líderes han quedado atrapados en sus líneas rojas, también los que venían a dar lecciones sobre como debe comportarse el sistema político. En realidad, la sensación que transmiten no es que estén buscando soluciones sino escenarios políticos para sustituir a las fuerzas mayoritarias.

Unos y otros, junto al PP, coinciden en una estrategia: colocar la responsabilidad en el ámbito del PSOE, que detenta un electorado al que todos aspiran. Algo que devalúa la identidad de los emergentes pero, también, alerta sobre el porvenir de la izquierda histórica y la representación política de trabajadores y trabajadoras.

Las líneas rojas de Pablo Iglesias, lanzadas la misma noche electoral, no se refieren, como les decía la pasada semana, a la agenda de la ciudadanía sino a la agenda partidaria. Los cambios constitucionales y el referéndum como línea roja suponen una evidente falta de compromiso con las posibilidades de acuerdo en la izquierda.

El derecho a decidir, que muchos consideramos pertinente como solución estratégica a la endiablada situación catalana, puede ser una consecuencia de procesos políticos pero planteado como condición de gobierno tiene más pinta de truco preparatorio de anticipadas que de solución razonable. La misma lectura tiene las inacabables propuestas de reforma constitucional.

Rivera intenta que no se note la insuficiencia de su resultado y su querencia a la derecha, buscando compañía para abstenciones o compromisos de gobierno en formaciones a las que, por cierto, afirmaba que nunca votaría.

Atrapados en sus líneas rojas, estas formaciones no contribuyen a desbloquear la evidente parálisis de las fuerzas mayoritarias que no ven, para que engañarse, perspectiva en la endiablada aritmética que nos han dejado las elecciones.

Parálisis en la que los ciudadanos y ciudadanas percibimos que las formaciones trajinan sus estrategias para la anticipación electoral más que en la formación de gobierno.

El ejemplo más evidente de primacía de la estrategia partidaria es la patética búsqueda de grupo parlamentario de Alberto Garzón, sumando a Bildu y a Coalición Canaria, formaciones que son ajenas a la tradición y cultura política de Izquierda Unida.

Garzón ha tardado dos minutos en ocultar el peor resultado electoral de la historia de IU, proponiendo una nueva estrategia de acuerdo con Podemos, adelantando que él lo que quiere son anticipadas inmediatas, escondido en el rebufo del cambio, tras haber derruido a su partido.

Atrapados en líneas rojas, en vacilaciones. Atrapados, en realidad, en la preparación de elecciones anticipadas. Atrapados, también, en un exceso de testosterona, como siempre las mujeres son apartadas a la hora de tomar decisiones importantes. Sospecho que la agenda de la ciudadanía, por mucho que se diga, importa poco.

Libertad Martínez

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