lunes, septiembre 23, 2024
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Nada de apuntarse al gimnasio

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Ya está aquí el 1 de enero. Y con él llegan, otra vez, las mismas metas que muchas personas se fijan cada 31 de diciembre para después de la Nochevieja, en un intento por disfrazar de nuevo comienzo vital lo que sólo es el inicio de otra vuelta a la misma, tediosa, rueda de la vida. Dejar de fumar; apuntarse a un gimnasio y ponerse cachas; entrenar para correr una maratón o matricularse en una academia de idiomas en vez de quedar con los amigos para ir de cañas al salir del trabajo; ponerse a dieta, cambiar las fritangas, los refrescos y los dulces por ensaladas y verduras; mejorar el rendimiento en el trabajo para conseguir ese ascenso por el que suspira desde que llegó a la empresa hace no sé cuantos años… y tantos otros.

Son todos objetivos muy nobles y sin duda nacen cargados de buenas intenciones. Pero, seamos serios, son los mismos de todos los años por estas fechas. Tanto es así que la tendencia a establecer este tipo de metas ya ha entrado a formar parte de nuestra rutina vital e incluso ha dado lugar al nacimiento y desarrollo de un sofisticado mercado, cuyos productos pretenden ser la respuesta comercial a todos esos buenos propósitos de año nuevo.

En estos primeros días de enero los gimnasios y academias publicitan todo tipo de abonos y de descuentos; los vendedores de chicles y parches de nicotina disparan su oferta de productos y elevan las previsiones de negocio; las revistas de salud, blogs y portales de internet nos llenan la cabeza de consejos o de fórmulas mágicas para enseñarnos a vivir mejor y en las librerías incluso se venden guías que detallan sofisticadas técnicas a seguir para fijarse unos objetivos de año nuevo realistas y después cumplirlos.

Pero la mayoría de los que bienintencionadamente deciden cambiar de hábitos en estas fechas saben que al cabo de pocas semanas abandonarán por falta de voluntad y volverán a sus costumbres de siempre. Y eso, créanme, no tiene por qué ser malo.

Porque, seamos serios, a usted le da cien mil patadas la idea de levantarse al alba en invierno para salir a correr una hora en ayunas antes de ir a trabajar. ¡Con lo calentito que se está en la cama! Tampoco le apetece ir a machacarse a un gimnasio tras su jornada laboral, porque a esas horas el cuerpo le pide un poco de ocio, de vida social o simplemente descanso. Le gusta tomar cervezas, comer bien y en abundancia (la hierba, para los rumiantes) y compartir esos pequeños buenos momentos que duran lo que uno tarda en fumarse un cigarrillo con los compañeros de trabajo o beberse un licor con los amigos. No tiene ningunas ganas de hacer ese sobreesfuerzo que su empresa jamás le va a agradecer, sus jefes ya se lo han demostrado en todos estos años. ¡Y qué decir de los idiomas! Pues que a estas alturas de la vida son un rollo y la academia, que al principio le distraía, al cabo de dos meses ya sólo le genera estrés porque le resta tiempo para hacer lo que de verdad le apetece.

Al final, uno se cansa de intentar ser la persona que nunca será y tiende a retomar los hábitos con los que se siente más feliz

Y, repito, no creo que abandonar sea malo. Al final, uno se cansa de intentar ser la persona que nunca será y tiende a retomar los hábitos con los que se siente más feliz. Es una forma de encontrarse a uno mismo a base de fracasar en el intento de ser otros. La pena es que, como hoy todo gira en torno al consumo, para cuando uno se da cuenta de que no merece la pena sufrir por tener un cuerpo de infarto, ya ha pagado la factura del gimnasio de todo el año.

Hace poco leí que la mayoría de hombres y mujeres con carreras de éxito, los más ricos y bellos, con actividad frenética y altas responsabilidades, aquellos a los que todos quieren parecerse, suelen arrepentirse de la misma cosa al final de sus vidas: No haber pasado más tiempo con sus seres queridos. Al menos eso dicen cuando alguien escribe sus memorias o les invita a hacer balance de su paso por el mundo. Por eso, humildemente les aconsejo que si en 2016 quieren cambiar algo en sus vidas no se fijen ningún objetivo encaminado a parecerse a las personas que nunca serán y que cuiden de lo que realmente importa. Feliz año nuevo.

César Calvar

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