martes, septiembre 24, 2024
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Sangre fácil

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Una cierta tibieza en las creaciones cinematográficas de los últimos años parece encontrar su desahogo en el esplendor de las modernas series de televisión. Innovadores son su lenguaje cinematográfico, la calidad de sus guiones e interpretaciones, el filamento de una trama argumental que escarba en las situaciones y matiza en los personajes. Los argumentos de las series clásicas nacían y morían en cada capítulo, en tanto que las contemporáneas alimentan una estructura que va cobrando vida propia. Giros argumentales, técnicas narrativas complejas, recursos de estilo, y un diálogo continuo entre la ironía y el drama, certifican una sensible transformación.

Tales virtudes se conjugan en la segunda temporada de “Fargo”, que reúne además la bondad de ser leal y a la vez novedosa con respecto a la película de los Hermanos Coen y a la muy ulterior primera entrega de la serie. Como sus predecesoras, “Fargo” dibuja en su arranque un lance criminal que afecta a algún ciudadano de a pie. Éste sucumbe a la codicia o se guía por la estupidez, multiplicando con más torpeza que intención el daño original. A su alrededor pululan mezquinos de ocasión, malhechores sin escrúpulos, y el contrapunto de algún policía –impecables sucesivamente Frances Mc Normand, Allison Tolman, Patrick Wilson – que desmadeja la intriga merced a su honestidad y astucia. Y como escenario el páramo nevado del Midwest, un mundo insípido en el que braman los alces y anidan las borrascas y la cena se sirve a las seis de la tarde. Buena parte del triple éxito de “Fargo” se sustenta en el mundo de contrarios y en la abundancia de individuos absurdos que sin apuro campearían por las novelas de Luis Landero. Y en cada conjunto vibra un estimulante sentido de la ironía capaz de restar gravedad a episodios irreparablemente sangrientos.

Como sus predecesoras, “Fargo” dibuja en su arranque un lance criminal que afecta a algún ciudadano de a pie

Noah Hawley dirige los diez episodios de la segunda temporada de “Fargo”, con la producción ejecutiva de los propios Joel y Ethan Coen. Es consecuente su fidelidad a los patrones mencionados, y oportuno el guiño a otras creaciones de los mismos autores: así, la escena en la que una víctima implora piedad a su verdugo en la espesura de un bosque –paisaje, metáfora- nos devuelve la belleza trágica de “Muerte de las Flores” tal y como algunas cabezas de porvenir menguado predicen la atmósfera abrasadora de “Barton Fink”.

Otras influencias se palpan en esta nueva entrega de “Fargo”, particularmente la del cine de Quentin Tarantino. La violencia por alimento, las expresiones de cortesía que anticipan desenlaces furibundos, la ética y la estética de los personajes, la atinada selección musical (de Black Sabbath a Jethro Tull, de “California Dreamin” a “Danny Boy”), son sumandos cuyo resultado bascula entre la inspiración y el homenaje al cineasta de Knoxville. Muy reconocible es el eco de “Pulp Fiction”, tan pionera en su concepción del tiempo. Así, Hawley retorna constantemente a sucesos ya narrados que cobran importancia singular en conjunción con otros. Para ello se remonta a menudo a una escena ya contada, empleando un enfoque de cámara alternativo que plantea al espectador una mirada nueva a un hecho ya conocido. Adopta además la técnica,  tan audaz como efectiva, de hacer concurrir dos o más escenas en planos divididos.

Son recursos narrativos que se aliñan con una infatigable originalidad: imágenes, asociaciones, estratos de ficción, lugares. El propio desarrollo de la historia en los años 70 -lustros antes de que sucedieran los acontecimientos relatados en la primera temporada, con los que sutilmente enlaza- da pie a una magnífica recreación que además deja entrever algunos de los fenómenos de la época como la obsesión por los ovnis o el despertar de las corrientes feministas.

Bienvenidos a Fargo, un excelso palíndromo -así se titula el episodio último, pues todo empieza y concluye en un insólito recinto- que transcurre una vez más en una territorio donde salvo ajustes de cuentas entre bandas, homicidios, identidades falsas, sobornos, y demás zozobras, jamás sucede nada.

Por respeto a los que aún no han visto la segunda temporada de “Fargo” no contaré nada más, por respeto a los que ya la vieron brindo con ellos por el don de una serie portentosa.

Fernando M. Vara de Rey

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