Las cartas ya han sido barajadas y puestas encima de la mesa. Ya no hay vuelta atrás posible por parte de los independentistas catalanes. Y quienes inocentemente pensaban que a los moderados de Convergencia les entraría en el último momento la cordura y recularían de todo este sainete político que ellos mismos han organizado en Cataluña, se han dado cuenta de que la huida hacia delante ha sido colocar de President de la Generalitat a uno de los más radicales de su partido, el que fue alcalde de Girona, Carles Puigdemont.
Lo cierto es que todos somos reos de nuestros hechos y nuestras palabras, pero por si esto fuera poco, además en este siglo de la tecnología digital lo somos también de las redes sociales. Y el nuevo president de Cataluña ya enseñó la patita en varios «twits» antes de ser nombrado presidente.
También en sus charletas en tiempos de alcalde de Girona y presidente de la asociación de municipios independentistas de Cataluña decía entre otras perlas y refiriéndose a los españoles que «los invasores serán expulsados de Cataluña como lo fueron en Bélgica, y nuestra tierra volverá a ser, bajo la República, en la paz y el trabajo, señora de sus libertades y sus destinos».
A bote pronto le haría dos consideraciones al recién elegido President.
La primera es que el recién nombrado presidente de la Generalitat de Cataluña por obra y gracia de los perroflautas antisistemas de la CUP cuyos algunos de sus lideres se paseaban este fin de semana por Bilbao gritando consignas a favor de los criminales de ETA, tiene una característica que además la comparten también todos los presidentes de las Comunidades Autónomas que configuran España. Me estoy refiriendo a que desde este fin de semana el señor Puigdemont es el máximo representante del Gobierno de la Nación española en la Comunidad donde gobierna. Es decir, que el «ilustrado» 'president' ha sido investido a la vez como máximo representante del Estado español en Cataluña. Y por tanto tiene ahora mismo el privilegio y el honor de ser la máxima representación en esa Comunidad Autónoma española de los «invasores» a quienes él mismo detesta, a quienes quiere expulsarles y de paso instaurar la República Catalana.
La segunda consideración que le haría es que revise un poco la historia europea, la española y de paso la catalana. Lo digo porque la actual Bélgica no tuvo que echar a ningún español, el Reino de Bélgica se creó como tal, cercano a mediados del siglo XIX, los belgas lo que hicieron es recibir a muchos españoles en el siglo XX que emigraban en busca de trabajo y oportunidades. Si lo que el señor Puigdemont se quiere referir es a los episodios de los Tercios de Flandes del siglo XVI, también sería bueno recordarle que ilustres catalanes configuraban con otros españoles de diversas tierras ese grupo de hombres, quienes todos unidos ayudaron a forjar el Imperio Español y defender al rey de las Españas.
La segunda consideración que le haría es que revise un poco la historia europea, la española y de paso la catalana
Pero volviendo a nuestros días, recordemos cómo en el acontecer del cambio de 'president' de la Generalitat, su antecesor el señor Artur Mas, pasará a la historia con el sello de despedida que le puso sus colegas secesionistas de la CUP, quienes se vanaglorian de haber enviado a Mas a la papelera de la historia.
Era precisamente Artur Mas quien dijo que no iba a aceptar ningún mercadeo en las negociaciones, y que su puesto y su figura política de ninguna manera estaban en venta… Pues menos mal, porque al final no sólo fue un mercadeo, es que ni el mejor zoco albergaría un parodia similar a la que se ha vivido en Cataluña estos últimos días.
Termino como comencé, recordando que las cartas están boca arriba en la mesa, y que aquí ya no valen más palabras ni advertencias, esta partida ya sólo se puede terminar con la ley en una mano y la Constitución en la otra, es decir, aplicando su artículo 155 de suspensión de la autonomía catalana e inhabilitando a los golpistas secesionistas de por vida.
Carlos Iturgaiz