Solo nos faltaba, en plena digestión de la investidura de Carles Puigdemont, el comienzo del juicio del caso Nóos con la discusión en torno a la aplicación o no de la doctrina Botín a la infanta Cristina. Y todo ello, además, con la sintonía de fondo de la inestabilidad en el Gobierno central con la incertidumbre sobre su desarrollo en el futuro inmediato. Si no fuese incurrir en el peor de los lugares comunes, yo me preguntaría aquello de qué pecado hemos cometido los españoles o qué hemos hecho para merecer esto. El pecado es compartido por casi todos, aunque algunos se llevan la palma. El gran pecado es del PP y de Mariano Rajoy, que se hundieron horriblemente las elecciones del 20 de diciembre por sus disparates en los cuatro años de ejercicio del poder y que ya eran responsables del estallido independentista por su culpable provocación con su política nefasta de anticatalanismo feroz y con su disparatado tratamiento del Estatut, todo ello desde hace ya cinco o seis años. Lo asombroso es que hayan conseguido también traspasar al PSOE las sustancias contaminantes y la inquina contra él de buena parte del resto de la clase política. El mismo Pedro Sánchez ya no sabe qué cara poner cuando son tantos los que lo consideran el gran culpable, pese a que todos sabemos quién es el que de verdad se merece tal título.
El gran pecado es del PP y de Mariano Rajoy, que se hundieron horriblemente las elecciones del 20 de diciembre por sus disparates
Lo que sucede es que ahora nadie sabe por dónde tirar y son demasiados los que actúan exclusivamente por sus intereses personales o de partido, situación peligrosa donde las haya. Voy a establecer un premio a quien sea capaz de interpretar de manera convincente el endiablado entramado de los sucesos políticos de España en los últimos días o semanas. Sepamos si es verdad que Puigdemont es un títere de Mas, si Pablo Iglesias sabe lo que se hace con su actitud en el tema del referéndum catalán, si Susana Díaz se ha dado cuenta al fin de la locura en que se había metido en su intento de machacar a Sánchez, si Rajoy no se había vuelto loco cuando empezó a cortejar a Sánchez, si Rivera tiene una idea aproximada de lo que hace (por cierto, muy bien su subordinada Arrimadas en su discurso en la investidura de Carles). Y pasando por un momento al juicio de Urdangarín, si la fiscalía y la abogacía del Estado saben dónde se meten con el aparente o presunto intento de exculpar a la Infanta, lo que pudiera desembocar en el chasquido de la Monarquía y en el aniquilamiento de la Justicia: por decir algo suave, claro. Soy consciente de que algo me he liado hoy, pero les aseguro que si fuese así, desde luego sería con la mejor intención del mundo. Me conformo con haber intentado, y tal vez conseguido, electrizar al lector castigado sin su culpa.
Pedro Calvo Hernando