lunes, septiembre 23, 2024
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Opinar sin conocer

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Antes de la Primera guerra mundial era raro que los periódicos nacionales comentasen la política internacional y la diplomacia. En general, la gente hablaba poco de lo que sucedía fuera de sus fronteras.

Hoy es todo lo contrario, todos opinan de política internacional, aunque no sepan. No saben, pero contestan. Los medios de comunicación, sobre todo la televisión, han popularizado pero simplificado las noticias del exterior. La globalización de los conflictos y la interdependencia política y económica de los países han hecho el resto. Jean-François Revel ya advirtió de esa ignorancia en El conocimiento inútil, de la paradoja de que a más información, menos profundidad.

En España, por ejemplo, todo el mundo opina sobre Israel y los palestinos, basados sobre todo en sus filias y fobias (sobre todo judeofobia) sin el suficiente conocimiento. Un ejemplo ha sido el jaleado etiquetado de productos de los territorios palestinos ocupados por Israel.

Israel exporta a la Unión Europea por valor de doce mil millones de euros anuales. De ellos, solo 200 mil euros corresponden a exportaciones procedentes de los territorios ocupados, de las más de once mil hectáreas de territorios agrícolas de las colonias judías que Netanyahu promueve, tierras ilegalmente apropiadas tanto según el derecho internacional como el derecho civil. Pero el porcentaje y la importancia comercial son mínimos, aunque diplomáticamente sea bastante significativo.

Ziad Abu Zayyad, colaborador árabe del diario israelí Haaretz, afirma que son esos territorios el principal obstáculo a las iniciativas de paz para Palestina e Israel. Otros sostienen también que los trabajadores árabes empleados por israelíes son los principales beneficiarios de esos asentamientos y empresas. Difícil de tomar una posición, nada es blanco o negro. Es sabido que muchos de esos productos son recomprados por comerciantes palestinos y jordanos que los revenden con otro etiquetado.

Nos gustaría que la Unión Europea midiese bien sus actos de corrección política

Contrasta la diligencia de la Unión europea para etiquetar esos productos “malditos” del siempre vituperado Israel, con la indiferencia ante la ocupación del Tibet por China desde 1957. Que sepamos, a nadie en Bruselas se le ha ocurrido preguntar a China si los millones de productos que facturan y exportan provienen de ese inmenso territorio ocupado que a nadie parece preocupar.

Países con trabajadores en condiciones inenarrables, entre ellos, Kuwait, Qatar y Dubai, que abusan gravemente de sus trabajadores asiáticos, en gran parte mujeres, no son molestados lo más mínimo por la Unión Europea. Al contrario, muchas inversiones financieras e inmobiliarias europeas, así como la importación de petróleo, se hace con estos países de nulas credenciales democráticas ni sociolaborales.  Según la OIT, unos 21 millones de personas en el mundo están en condiciones de trabajo forzado, es decir, semiesclavo, muchos en esa oligarquías petrolíferas.

En fin, nos gustaría que la Unión Europea midiese bien sus actos de corrección política pues más parece que aplica la regla de dos pesos y dos medidas.

Jaime-Axel Ruiz Baudrihaye

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