lunes, septiembre 23, 2024
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Y las prostitutas se evaporaron

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Durante las pasadas fiestas navideñas se produjo un hecho insólito en un polígono industrial ubicado en el sur de Madrid. De la noche a la mañana desaparecieron misteriosamente las mujeres que allí ejercen la prostitución a plena luz del día, para desahogo de unos pocos hombres y para desesperación de los vecinos de las urbanizaciones cercanas.

La marcha de las trabajadoras del sexo sorprendió a las personas que, por motivos laborales, recorren a diario ese centro empresarial y están acostumbradas a convivir con la presencia de chicas de varias nacionalidades que invitan a disfrutar de sus encantos desde las aceras de las avenidas y rotondas.

Como nadie en el barrio se explicaba lo sucedido, surgieron varias teorías. Las personas más politizadas concluyeron que la espantada de aquellas mujeres no tenía nada de extraño. Explicaban que obedecía a un exitoso plan del Ayuntamiento de Madrid, que –ahora que está gobernado por Podemos- se había puesto manos a la obra para acabar con el triste espectáculo de la prostitución callejera. “Ya era hora de que alguien hiciera algo”, celebraban.

Había una segunda corriente de opinión, mayoritaria entre los aficionados a las historias truculentas, que atribuía la marcha de las meretrices a un enfrentamiento entre las mafias que se disputan el control del comercio del sexo en la zona. “Volverán cuando haya quedado claro quién domina aquí el negocio”, repetían.

Los interesados en la economía dijeron que la ausencia de prostitutas en el polígono se debía a la caída de la actividad derivada del parón navideño, que había reducido el trajín de personas en los talleres y naves industriales colindantes y, por consiguiente, el número de demandantes de esos servicios. Para estos entendidos en cuestiones empresariales, la conclusión era que las profesionales del gremio habrían decidido que, para la poca ganancia que iba a haber esos días, mejor ni molestarse en levantar la persiana.

Los especialistas en cuestiones étnicas y geográficas especularon con la posibilidad de que la huida de las chicas se debiera al carácter multicultural de la oferta. Porque las trabajadoras del sexo se reparten los lugares donde ejercen en función de una jerarquía que deriva de su procedencia. Hay una zona para las suramericanas, otra en la que predominan las originarias de Europa del Este y puntos diferenciados para africanas y para españolas, que también las hay. Pues bien, según este sector de opinión, las prostitutas se habrían ido a pasar la Navidad a sus países de nacimiento, en una especie de vacaciones invernales no retribuidas.

Ninguna de esas explicaciones resultaba concluyente para explicar por qué aquellas mujeres se habían evaporado. Quizá su desaparición se debía a alguno de los factores citados, o tal vez a una conjunción de todos, pero eso era difícil de comprobar.

Anduve unos días preocupado, hasta que un amigo periodista me dio la clave que me permitió resolver el misterio. Me contó que hace unos meses acudió a la zona a realizar un reportaje sobre las condiciones en las que desempeñan su profesión las trabajadoras del sexo. Y no tuvo problemas para hablar con ellas y que le relatasen el rosario de miserias que conforman sus vidas. Sin embargo, ninguna quiso ser fotografiada ni grabada en vídeo para servir como ilustración a su relato. “Es que tengo niños que no saben que me dedico a esto, ¿sabe?, ¿qué van a pensar de mí?”, se excusaban.

Entonces caí en la cuenta de por qué, en plenas vacaciones de Navidad, las prostitutas habían desaparecido. El motivo era que los colegios estaban cerrados y estas madres no tienen con quién dejar a sus hijos, ni tampoco pueden llevarlos al trabajo. Por suerte, eso no ocurre en todos los empleos. En otras actividades, alguien demostró esta semana que sí se puede.

César Calvar

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