martes, septiembre 24, 2024
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Sembradores de vida

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Acudo, como cada miércoles, a la tertulia que hace tiempo celebramos en el bar irlandés Calway Station, situado en la Gran Vía de Hortaleza. Allí, como de costumbre, me recibe el dueño, un colega de toda la vida que atiende por el nombre de Jose. Un tipo amable y dicharachero. El local es acogedor y está ambientado como una antigua estación de ferrocarril. Además, tiene varias clases de cerveza, lo cual es indispensable para una velada agradable.

Los tertulianos son catedráticos de universidad, algún militar de alta graduación retirado, dos o tres escritores con problemas económicos entre los que se encuentra mi menda lerenda y mi editor. Pero la conversación es encantadora y sobre todo constructiva. Se hace un repaso de la actualidad política con el ascenso de nuevos partidos; de los últimos libros de Perez Reverte, de lo mal que va la economía y por supuesto de fútbol.

Recibo críticas por mi última novela El Patriota Triste, aunque no malas del todo, mientras que José nos atiende manteniendo constante el suministro de pintas del elixir dorado de la vida. Cuando ya nos encontramos un poco tomados comienzan a surgir las verdaderas personalidades de cada uno. Parece mentira el efecto tan dispar que hace el alcohol en gentes tan diferentes. A Don Manuel, catedrático emérito de la Complutense le da por añorar tiempos pasados, cuando a la tónica con ginebra se le llamaba por su nombre y no Gin Tonic como ahora. Don Luis, Coronel retirado de ingenieros, nos ilustra emocionado sobre la Operación Gento en la olvidada guerra del Sidi Ifni, donde se cepillo algún que otro enemigo con chilaba…Por fin, llega el momento más esperado de la noche. Se trata de que mi colega Luis, un escritor más fracasado que yo mismo, interpela sobre mi alocada vida.

-Mira tío, tú estás loco de atar-dice con suficiencia-¿A quién se le ocurre tener cuatro hijos con tres mujeres diferentes? Estas completamente arruinado con las pensiones. Deberías tomar ejemplo de nuestros jóvenes. Ellos si son inteligentes, no como tú, que piensas con la polla. No se casan, conviven juntos. Y cuando tienen la necesidad de cuidar a alguien, se compran un perrito que no da tantos problemas como un bebé llorón. Lo que tienes que hacer es cortartela ya. La vasectomía chaval, que tienes cincuenta y tantos años y no has aprendido nada.

No se casan, conviven juntos. Y cuando tienen la necesidad de cuidar a alguien, se compran un perrito que no da tantos problemas como un bebé llorón

Luis siempre me dice los mismo cuando está un poco pedo. No entiendo por qué tiene esa obsesión con la paternidad. Por supuesto que me dan ganas de propinarle un par de ostias bien dadas y dejarle la jeta como la parte de atrás de un frigorífico, pero en esos momentos media Basilio, mi editor, hombre de paz, calvo como yo; que además aguanta la bebida bastante mejor que los demás.

-Joder Luis, siempre con la misma canción, si no tenemos hijos ¿Cómo se va a producir el relevo generacional? Si continuamos así este país se va al garete por muchos emigrantes que vengan.

-En eso tienes razón-contesta Luis-. Pero reconoce que no están los tiempos como para tener una prole numerosa. Los tiempos de Franco y sus familias numerosas del Nodo ya han pasado.

No tengo otro remedio que defenderme. Intento ser suave, pero firme en mis convicciones:

-Mira Luis. Reconozco que mi vida ha sido una locura, pero hasta hoy, he sido feliz viviendo a mi puta bola. No puedes comparar tener un perro con cuidar un niño, porque tener un niño entonces sería como cuidar un perro. Y de momento seguimos poseyendo raciocinio. La sola idea del ser humano existe desde siempre y nosotros somos la encarnación de esa idea.

Todos detienen de improviso sus conversaciones para escuchar mi filosófica disertación, así que me vengo arriba:

-La gran labor del hombre, quizás la más importante; su esencia masculina, es sembrar vida, amigo mío. Somos labriegos trabajando el barbecho para obtener cosecha. Si renunciamos a ello en pro de nuestro propio beneficio, caeríamos en el egoísmo absoluto. Además, cada vez que siembro vida es cuando más cerca estoy de Dios. Y no deseo renunciar a ese privilegio.

Parece que ha pasado un angel, tal es el silencio en la mesa. Tan solo una indignada voz de mujer proveniente de otra mesa, lo rompe:

-¡Machista! ¡Cerdo!

Así que apuramos las birras, y con la cabeza gacha, nos despedimos de Jose y abandonamos el local en silencio ¡Joder como está el patio!

José Romero

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