España es este país donde quien entrega a los separatistas cuatro escaños para que formen dos grupos parlamentarios, dos, es quien luego acusa a Rajoy de «dar alas a los independentistas». Pedro Sánchez dice que apoya en el desafío independentista al Gobierno, pero sus obras demuestran exactamente lo contrario. Su deslealtad es cada vez más manifiesta. No solo porque asume el argumentario secesionista, los separatistas lo son y se hacen, pobres, por la maldad de la derecha española y sus recortes, sino que en sus hechos demuestra sus amores: cerca de 70 municipios catalanes han entrado en la organización de Municipios por la Independencia con el voto del PSC, Badalona, la tercera ciudad en habitantes de Cataluña ha sido entregada a la CUP y arrebatada al PP con el voto socialista y, ya el colmo esa cesión de senadores. Para tener grupo a ERC y Convergencia les bastaba unirse y formar grupo, de hecho fueron juntos a las autonómicas, pero no, hay que armarlos políticamente y dotarlos económicamente y ahora con la interesada dádiva sanchista lo que tengan sean dos altavoces regalados. Con votos socialistas. Con nocturnidad y alevosía, también hay que decirlo, pues Sánchez y Oscar López, el portavoz en el Senado, actuaron de espaldas al conjunto de los senadores socialistas, ocultándoles, excepto a los conjurados, la tropelía. Ni andaluces, ni extremeños ni castellano-manchegos supieron nada del «préstamo» hasta después de haberse consumado.
Quien entrega a los separatistas cuatro escaños para que formen dos grupos parlamentarios, dos, es quien luego acusa a Rajoy de «dar alas a los independentistas»
La semana asoma para España peor de lo que concluyó la primera. Sánchez sigue dispuesto a lo que sea y con quien sea con tal de asaltar la Moncloa. Ninguna razón le aparta de su único objetivo, ninguna reflexión es capaz de desviarle de su interés exclusivo y personal. Y hay que comenzar a visualizar que puede lograrlo, porque con el están encantados de colaborar todos aquellos a quienes conviene sobremanera la debilidad de España y un presidente sometido a ellos y sus designios.
Puede entenderse y se entiende la posición del PSOE. Su no a Rajoy es rotundo y tiene sentido desde sus posiciones y puntos de vista. Pero lo de Sánchez es cosa muy diferente. El pretende gobernar habiendo perdido, en lo personal con estrepitoso derrumbe, para salvar su cabeza política y para concluir una ambición que cada vez se manifiesta más tozuda e irresponsable. Sánchez puede llegar a la Moncloa. Ello puede ser letal tanto para el país como para su partido. Será, tal vez, presidente pero no será quien gobierne España. Esa la gobernaran muchos otros, entre ellos quienes quieren destruirla.
Antonio Pérez Henares