El ciudadano Mariano Rajoy está decidido a seguir al frente del Partido Popular y como candidato repetir legislatura en La Moncloa. Su alegato es simple: el PP ha sido la lista más votada. Dice verdad, pero omite un pequeño detalle: por el camino perdió más de tres millones y medio devotos y 63 diputados. En circunstancias análogas y con otra concepción de las servidumbres que apareja el liderazgo quizá debería haber dado un paso atrás para permitir que fuera otro dirigente popular quien encarara las negociaciones para forjar un pacto de investidura. A juzgar por sus palabras de estos días, ni se le ha pasado por la cabeza. Y no será por falta de muestras de rechazo. Dentro y fuera de su partido. Las de internas con sordina, todo hay que decirlo. A diferencia de sus homólogos británicos, la derecha española tiene muy arraigado el culto a la personalidad del líder. No es seguro que con otro candidato el PP pudiera alcanzar un acuerdo de investidura (bastaría con el apoyo de Ciudadanos y la abstención del PSOE), pero esa variable ampliaría mucho las posibilidad de conseguirlo. Ya digo, que tal y como unos y otros están jugando la partida, Rajoy no parece que tenga intención de facilitar las cosas.
A diferencia de sus homólogos británicos, la derecha española tiene muy arraigado el culto a la personalidad del líder
Tampoco Pedro Sánchez en el campo del PSOE. Su decisión de ser presidente del Gobierno a costa de pactar con quien sea se impone a la reflexión acerca de la derrota sufrida por el PSOE. 90 diputados. Tan pobre bagaje le debería haber hecho reflexionar asumiendo la responsabilidad política de la derrota. Reflexión que en este caso -como en el de Mariano Rajoy- también rima con dimisión. No lo hizo la noche triste del 20D ni se espera que lo haga ahora. En el caso del PSOE el complicado tablero parlamentario aboca hacia un pacto que en la práctica sería un pacto de exclusión (quedarían fuera PP y Ciudadanos) lo cual sería lesivo para la estabilidad del país puesto que algunos de los posibles compañeros de viaje de los socialistas (Podemos, ERC, Convergencia, Mareas etc.), abogan o por la independencia de Cataluña o son partidarios del llamado derecho a decidir. Idea ésta contraria a la posición oficial del PSOE y que mantiene en estado de alerta a algunos de sus principales líderes regionales. Visto lo endemoniado del panorama y la ceguera política de los dos principales actores sobre el escenario, quizá lo mejor, lo más sensato, sea repetir la elecciones. Y ver qué pasa.
Fermín Bocos