Se está organizando el nuevo régimen de convivencia entre las opciones políticas clásicas y las emergidas. Lo acontecido hasta el momento me hace temer lo peor.
Para describir o definir a Podemos faltan palabras. Apoteosis de postureo, guiños a la nada, política sentimentalizada, ausencia de raciocinio, ansia de poder. Mucha ansia. Soberbia despectiva con todo y hacia todos que nos vaticina un comportamiento futuro entre la toma del Palacio de Invierno y el Club de la Comedia, en la que la solución de problemas reales pasa por el aprovechamiento obsceno de las dificultades de la gente para rentabilizar poder y espacio político. Son aprovechateguis, oportunistas, caraduras, pícaros. Y no lo ocultan. Hacen de ello un sacerdocio. Van a explotar al PSOE como esos empresarios de puro, leontina y sombrero de copa que no existen, pero que ellos critican porque les sirve y contra los socialistas imitan ese modelo ficticio con morbosa admiración. Van a consumir las ilusiones de millones de españoles, independentistas o no, pero españoles, en un 'akelarre' de tontería y ambición.
Y Ciudadanos. Ay amigos, esto es otra cosa. Definitivamente son más torpes, pero mucho menos antipáticos. Una atmósfera naranja de vacío y despiste. Desde luego que les concedo unas mucho mejores intenciones envueltas en cierto buenismo catequista. Cuando oyes hablar a algunos de ellos no sabes si salen de unos ejercicios espirituales de los franciscanos o van directos a misa de doce. Esta actitud ya tiene su primer fruto en la melindrosa elección de Patxi Lopez como presidente del Congreso, creo que serán los primeros en arrepentirse. La corrupción abrió un espacio político que la izquierda no puede llenar y unos cuantos ayudados por las cadenas de televisión, una parte del IBEX 35 y alguna prensa escrita con vocación política, auparon esta opción. No acometieron ninguna hazaña. A cualquiera que le regalen minutos y horas de televisión y le rieguen generosamente la caja, consigue diputados. Incluso es muy posible que más de los que sacó Rivera. Y Ciudadanos en este momento es Rivera, solo Rivera.
El PSOE sigue en su espiral autodestructiva con un liderazgo definitivamente destruido, pero también destructor. No es un partido socialdemócrata, no es una opción regeneradora, no es una opción moderna, no es una opción. Es la segunda fuerza más votada gracias a su amplia red partidaria construida en los últimos cuarenta años y mantenida de aquella manera y sobre la que hoy no escribiremos por falta de espacio. La presidencia andaluza quiere mantener un rumbo que ella cree como el natural del PSOE y el más exitoso históricamente. No es seguro que lo que le ha servido a ella en Andalucía sirva en el conjunto de España, pero al menos es un plan lógico y entero. La falta de inteligencia de Sánchez la saca de quicio. Ve como cada movimiento de la actual dirección federal hipoteca el partido de sus desvelos. Pedro Sánchez no quiere ir al paro y se muestra dispuesto a todo, como el que un sábado no ha ligado y a las cuatro de la mañana está dispuesto a aceptar parejas que a las doce ni miraba. Entre la tristeza y el sonrojo, entre la duda de quién y cómo, el PSOE, forme o no gobierno, se dirige con Sánchez al precipicio de la irrelevancia. El pacto con Podemos puede hacernos contemplar el suicidio asistido más espectacular de la historia contemporánea.
Los populares están en otra cosa. Han vuelto a ganar las elecciones, pero los diputados conseguidos no garantizan gobierno. Están convencidos que el PSOE no puede formar gobierno simplemente aritmético que no tenga programa posible. Creo que desprecian o que olvidan la capacidad de hacer tonterías con consecuencias trágicas que la actual dirección socialista ha mostrado y demostrado todos estos meses como una amenaza visible y ensañamiento sin precedentes. El infame odio al PP ha sido cultivado con primor. El guerracivilismo, una constante en su corpus ideológico, hoy está más presente y en escaparate que nunca. En tiempos fue un recuerdo fotográfico de su pasado, pero desde Zapatero la forma de justificar el odio injustificable que procuran a la mitad de los españoles, la mitad que no les vota ni les votará nunca. Rajoy podría formar gobierno y sería bueno para España, pero en España faltan socialdemócratas alemanes. La vuelta a los tiempos precrisis, la crisis de Zapatero no lo olvidemos, será imposible sin nuevas reformas. Parece que estamos condenados a nuevas elecciones o al gobierno de la concentración del odio social y la cicuta independentista.
Nos encontramos en plena efervescencia política, una algarabía de recolocaciones ideológicas, una dinámica turbulenta de legítimas e ilegítimas aspiraciones. Un alboroto que veremos que alumbra o que no.
Juan Soler
Senador de España
Juan Soler