Hay un escenario poliédrico formado por líneas convergentes. El atasco político para formar gobierno, la crisis letal de Mariano Rajoy tras los nuevos escándalos de su partido en Valencia, la confirmación de que la Infanta Cristina seguirá en el banquillo y la libertad condicional de Pedro Sánchez para intentar formar un gobierno alternativo al imposible que pretendía Mariano Rajoy.
La corrupción está pasando factura definitiva. Los oídos sordos de Rajoy, prisionero, probablemente de muchos de los autores directos de la corrupción, le han impedido tomar medidas enérgicas en el universo sistémico de corrupción del Partido Popular. La explosión de Valencia ha sido la catarata que ha colmado el vaso. Para el PP es inaplazable una limpieza a fondo de sus sentinas y la renovación de sus líderes. Está inhabilitado para el ejercicio del poder.
El mantenimiento de la imputación de la infanta Cristina es el último episodio de la crisis profunda de la Monarquía que obligó a abdicar al rey Juan Carlos. A Felipe VI le toca aguantar estoicamente el resultado del tribunal que juzga a su hermana Cristina. A la monarquía española se le ha acabado el estado de gracia. No se toleraría ningún otro episodio de corrupción en los aledaños de la Corona.
Respeto al atasco político e institucional, consecuencia de los resultados electorales del 20-D, los plazos siguen corriendo y empezarán a ocurrir actos definitivos. El martes acudirá Mariano Rajoy a La Zarzuela. Se le acabaron las piruetas. O acepta el encargo de intentar su investidura, sabiendo que es matemáticamente imposible o se tiene que retirar, dando paso a otro candidato.
Esta es la incógnita más importante. Saber si el martes tirará Rajoy la toalla o lo hará, perdiendo la votación, en un proceso imposible de investidura.
En ese escenario, le tocaría el turno a Pedro Sánchez, iniciando una negociación con Podemos, Ciudadanos e Izquierda Unida. Lo intentará con ganas. Es su última oportunidad para sobrevivir políticamente a la muerte civil de Rajoy.
El acuerdo con Podemos es prácticamente imposible. Significaría sacrificar la presencia de Ciudadanos y exigiría que el partido de Pablo Iglesias y sus franquicias asociadas renunciaran expresamente al referéndum comprometido en Cataluña y en las comunidades autónomas que quieran engancharse. Improbable que los compañeros de Iglesias en Cataluña y Valencia acepten esa condición que es la base de sus compromisos electorales.
Si todo esto se cumple, solo quedaría la opción de un gobierno del PSOE con Ciudadanos, contando con el voto en contra de Podemos y la abstención del PP, que se vería en la encrucijada de aparecer como el responsable de que no haya un gobierno en España.
En definitiva, primera semana crucial para conocer si se repetirán o no las elecciones.
Carlos Carnicero