Los ciudadanos siempre penalizan a los partidos que se enzarzan en querellas internas de manera que si se tuvieran que repetir las elecciones el PSOE podría recibir un correctivo por parte de los votantes. Pero ni siquiera esto es lo más importante. Lo urgente es que el PSOE resuelva sus problemas internos porque de lo contrario dejará de ser un partido útil a la sociedad en un momento en que se necesita partidos con sentido del Estado capaz de anteponer los intereses generales a los intereses partidistas.
El fondo de las desavenencias que vienen aflorando en la familia socialista tienen que ver con que Pedro Sánchez no ha logrado consolidar su liderazgo ni dentro ni fuera de su partido, ni tampoco ha sabido definir un proyecto meridianamente claro para España, proyectando un vacío en la sociedad y una preocupación creciente entre los líderes regionales del partido sobre todo después del batacazo en las elecciones generales del pasado 20 de diciembre.
En estos momentos Pedro Sánchez gasta buena parte de sus energías en mantenerse frente a los «barones» del PSOE y su última batalla ha sido sorprenderles anunciando que su política de pactos la tendrá que refrendar la militancia y no solo el Comité Federal. Con esta decisión ha puesto aún más de manifiesto la fragilidad de su liderazgo por más que desde Ferraz se intente convencer a propios y extraños que los líderes regionales, léase Susana Díaz, Javier Fernández, García-Page, Ximo Puig, Fernández Vara, etc, no están en sintonía con la militancia, porque a Pedro le quieren las «bases» y éstas estarían a favor del acuerdo con Podemos frente a las reticencias de los «mayores».
Claro que por el contrario también hay dirigentes socialistas que susurran que Sánchez por ser presidente es capaz de aliarse con el Diablo precisamente porque es consciente de que su liderazgo es más que cuestionado, de manera que la única manera que tendría de «salvarse» y no dejar que le jubilen anticipadamente es convertirse en Presidente de Gobierno. El poder siempre sirve de argamasa.
Lo cierto es que Sánchez ha tomado una decisión cuanto menos controvertida y un tanto demagógica sobre todo para frenar los envites de los líderes regionales y poder continuar al frente del PSOE.
Las consultas a la militancia, siguiendo el modelo de Podemos o de la CUP, huelen a chamusquina, pero además el PSOE no es un partido asambleario ni populista, por lo menos no lo había sido hasta ahora.
No sé si se han fijado pero en estos últimos meses a Pedro Sánchez se le ha agriado el gesto, lo que no me sorprende teniendo que batallar en el frente interno y en el externo. Lo que sí llama la atención es su firmeza a la hora de no dejarse descabalgar del cargo.
Pero más allá de ambiciones o cuitas personales la familia socialista tiene que resolver cuanto antes su problema de liderazgo como paso indispensable para pacificarse internamente y por tanto ser capaz de ofrecer un proyecto sólido a la sociedad.
Lo que está claro es que el resto de los lideres del PSOE no quieren que Sánchez se convierta en presidente previo pacto con Podemos y la abstención de los partidos nacionalistas pero que el secretario general les ha hecho una jugada dejándoles descolocados lo que lejos de pacificar las aguas las ha revuelto aún más.
Así las cosas el espectáculo es deprimente y no es lo que los ciudadanos, sobre todo los votantes socialistas esperan de un partido que ha sido fundamental para la gobernabilidad de España ya fuera desde la Moncloa o en la oposición.
Julia Navarro