Las cosas de la política no van bien. Me temo que sobre el escenario hay más pirómanos que bomberos. Salvo los dirigentes de Ciudadanos (Rivera, Girauta, Villegas) firmes candidatos al Nobel de la Concordia -quizá porque sólo tienen 40 diputados-, el resto del paisanaje parlamentario reparte sabios consejos que en ningún caso están dispuestos a aplicarse a sí mismos. Veamos. Mariano Rajoy, desdibujado líder del PP, insiste en que lo mejor para España sería una coalición de los partidos constitucionalistas (PP, PSOE y Ciudadanos).
Y, ¿a quien propone para presidirla? Pues a Mariano Rajoy. 37 años ininterrumpidos sin bajarse del coche oficial y quiere seguir. «Altura de miras» llama a su receta. Pedro Sánchez, a quien hay que reconocer el coraje de aceptar el reto de formar gobierno allí donde Rajoy se había rajado, habla de formar un Gobierno «transversal» con aquellas fuerzas a las que califica de «progresistas«: Podemos, Ciudadanos, IU y alguna más no especificada porque -dicho sea de paso- englobar al PNV en dicha clasificación parecería un exceso de entusiasmo. El caso es que Sánchez también pide «generosidad» a los futuros compañeros de viaje instándoles a hablar antes de «soluciones» (se entiende a los problemas de España) que sillones.
Se habla poco de subordinar al interés general los intereses de partido o los derivados del culto a la personalidad de los líderes
Él también reclama «altura de miras»… a los demás. Y en éste contexto de cabildeos políticos que suena a la más vieja de las políticas (lo mío mío y lo tuyo de los dos), sale Pablo Iglesias y en nombre del conglomerado que responde a la franquicia de Podemos abronca a Sánchez por el retraso que lleva en contestar a la propuesta de pacto que le hizo hace una semana. Pacto que incluía una lista de ministerios que Podemos quiere para sí. Poca cosa: Interior, Economía, Justicia, Defensa y uno de nuevo cuño: el que se ocuparía de sacar adelante un referéndum de autodeterminación en Cataluña. Con un par. Que por pedir no quede. Dar, es otra cosa.
Y así está el Parlamento. Se habla poco de subordinar al interés general los intereses de partido o los derivados del culto a la personalidad de los líderes. Sería lo democrático y lo sensato, pero no se lleva. O en todo caso se lleva solo de palabra. Aquí cada uno va a lo suyo: Sánchez a intentar cuadrar el círculo negociando en el alambre con Podemos; Rajoy esperando que Sánchez se despeñe para salir a la palestra y ofrecerse como mal menor o apostar -al igual que Pablo Iglesias- por la repetición de las elecciones. Ojalá me equivoque, pero pinta mal.
Fermín Bocos