Aunque la política siempre nos depara sorpresas, todo induce a pensar que las negociaciones del PSOE con Ciudadanos para que el partido que dirige Albert Rivera apoye la investidura de Pedro Sánchez a la Presidencia del Gobierno están más cerca del teatro que de la realidad política. La suma de actas de diputados no da. Se quedarían en 130 escaños, muy lejos de los 176 de la mayoría absoluta. Aunque Sánchez cuenta ya con el apoyo del PNV (6 diputados) más el de otros dos diputados de los partidos canarios y no le resultará difícil contar con el apoyo de IU (Alberto Garzón) sigue están muy lejos de la marca que le permitiría alcanzar la investidura y empezar a gobernar. Mariano Rajoy, desde luego, no tiene intención de facilitar la labor a Sánchez. Todo lo contrario.
Espera que el dirigente socialista se la pegue para volver él al centro del escenario que le cedió a su rival en una maniobra que en un primer momento pasó por astucia y que posteriormente se ha revelado como una torpeza porque consiga o no la investidura, le ha dado a Sánchez una oportunidad de oro para darse a conocer ante los ciudadanos en registros de gobernante.
La última encuesta publicada corrobora esta apreciación. Parece que ante esa tendencia Rajoy se habría dado cuenta del error y, muy en su estilo (pellizco de monja), encargó a Rafael Hernando el escudero y portavoz parlamentario que presentara una petición a la Mesa del Congreso para que el debate de investidura se celebre en fecha temprana con el fin de achicar el espacio del que dispone Sánchez para realizar sus contactos. Es la actitud del perro del hortelano. Declinó la invitación del Rey para intentar buscar apoyos para la investidura y ahora le mete prisa a quien, pese a tener 40 diputados menos, sí se atrevió a intentarlo. Todo el cálculo de Rajoy está cifrado en que Sánchez, presionado por los barones de su partido y por las exigencias de Pablo Iglesias, fracase en las negociaciones. En términos aritméticos si quiere formar una alianza de izquierdas las cuentas no le salen sin el apoyo de Podemos. En términos políticos el acuerdo con la coalición morada podría convertirse en el abrazo del oso. Sea cual sea el resultado, Pedro Sánchez lo habrá intentado y ése será un activo político que, en alguna medida, le habrá regalado Mariano Rajoy. Un político al que nunca se acaba de conocer del todo y cuya carrera, vista en perspectiva, arroja la paradoja de que en el fondo es un líder que nunca ha querido serlo y siempre ha preferido manejar el poder desde la penumbra. Y en ella sigue. Esperando rédito de los errores ajenos. Hace cuatro años el desastroso legado de Zapatero le sirvió en bandeja la victoria, ahora aguarda a que a Sánchez no le salgan las cuentas y se acabe estampando. ¡Qué personaje!
Fermín Bocos