jueves, noviembre 28, 2024
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Cuestión de supervivencia

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Es ahora cuestión previa, imprescindible y trascendental para el PP. A afrontar sin dilación y de inmediato, sin pretender casarla con otros calendarios y conveniencias, porque en ello radica su propio futuro y supervivencia. Los populares están inexcusablemente obligados a dar una respuesta contundente, global y creíble a la corrupción que afecta demoledoramente a su partido. No hay peros ni les quedan plazos que valgan. Ha de ser ahora y ya y ha de ser ejemplar. No vale, no ha valido nunca y ahora menos, decir que habas cuecen por todos lados. Estamos hablando de las suyas. No sirve esgrimir persecución y doble vara mediática. Es un lloro inútil. Solo queda un camino: el de la depuración, la purga con todas las letras y consecuencias, la regeneración drástica de las estructuras y poderes del partido. Y en ese camino son imprescindibles también las renuncias personales, los pasos definitivos hacia atrás de quienes forman parte del escenario de una época. Y sí, estoy hablando de Rajoy.

Los populares están inexcusablemente obligados a dar una respuesta contundente, global y creíble a la corrupción

El Presidente en funciones y líder de su partido debe pensar en este momento lo que su partido y país necesitan de él. Y que puede ser lo mismo. Un sacrifico personal que, para lo que eso sí puede medir, y eso lo sabe hacer, los tiempos y el momento pero que sea culminación y principio de un proceso que amenaza los propios muros maestros del principal partido político de España y que de no saber afrontar les puede inhabilitar no solo para el inmediato mañana sino para un futuro después.

En el general sentir de las gentes, exceptuando a quienes hacen del odio sectario su principal razón, no hay demasiados que suscriban el insulto de Sánchez a Rajoy. Son muchos quienes creen, por el contrario, que es una persona decente. Pero esa no es ahora la cuestión. Lo que se juzga es que no ha sabido combatir con la dureza precisa y exigible, y aún menos trasmitir esa impresión a las gentes, la lucha contra la corrupción. Las leyes aprobadas están ahí, y son útiles, pero ha faltado, a quien era en este sentido el máximo responsable de hacerlo, hacer de ello una cuestión prioritaria en su mandato y haber encabezado en primera persona y en su propio partido la tarea de limpiar, sin contemplaciones, con lejía y estropajo todo rastro de podredumbre y cieno en los diversos lodazales que han ido aflorando por doquier. Ahora ya no puede hacerlo, ya no es creíble y han de ser otros quienes afronten tal tarea. Es posible que sea, incluso, injusto. Pero, aunque lo sea, no queda mejor opción.

Rajoy y su gobierno tienen en su haber, y eso nadie se lo puede quitar, el conseguir salvar a España del rescate, logrado remontar la más terrible crisis ya iniciada con fuerza la recuperación. Esa tarea la ha aprobado con nota y si por ello hubiera sido hoy estaría de nuevo investido para cuatro años más. Pero la corrupción le ha abierto tal boquete en la línea de flotación, que o lo cierran y reparan o se van  a pique sin remisión.

A día de hoy no sabemos, y han pasado ya casi dos meses desde que votamos, que gobierno nos vamos a merecer. No sabemos si lo habrá siquiera o si acabaremos de nuevo en las urnas. En las dos hipótesis es para el PP el momento de las decisiones. También para el cartel electoral. La victoria pírrica de ayer puede ser aún peor si la respuesta es resistir y solo resistir y cada día cayéndoseles una almena encima. Decir que ahora no toca y que no hay tiempo es suicida. Porque para lo que se les agota el tiempo es para conseguir sobrevivir como referente político esencial. Porque en nada se les puede venir abajo todo lo que está todavía en pie. Rajoy está obligado a mover y a moverse él también. Para intentar dejar a su partido tanto sea en el gobierno o sea en la oposición con cimientos sólidos y expectativas de futuro.  Porque en el caso de que un gobierno de Sánchez con la ultra izquierda y el apoyo, en la forma de que sea, de los separatistas se hiciera con la dirección de España ya hoy mismo me atrevo a pronosticar que a nada iban a hacer no solo bueno, sino a añorar, al actual.

Antonio Pérez Henares

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