Cuando casi no falta nada para la sesión de investidura se pregunta uno cómo se las van a arreglar para llegar a tiempo o para hacer inevitables unas nuevas elecciones. Mientras tanto, unas cuantas connotaciones me parecen muy convenientes. Pedro Sánchez se ha crecido mucho en las últimas semanas y ha demostrado ser el más hábil de los cinco, y eso a pesar de todas las ofensivas a las que ha tenido que hacer frente, empezando por el interior de su propio partido y, desde luego, de buena parte de la prensa conservadora o ultraconservadora. No reconozco a aquel joven alto y muy callado con el que años atrás coincidí varias veces como compañero de tertulia en no sé qué televisión o televisiones. Ha aprendido mucho el chico, algo en lo que la propia Susana Díaz me parece que está de acuerdo.
Pedro Sánchez se ha crecido mucho en las últimas semanas y ha demostrado ser el más hábil de los cinco
Mariano Rajoy, paralelamente, se ha hundido hasta las cejas en el fango corrupto de su partido, con ese bombardeo diario de casos fanguinarios (de fango), el último de los cuales, por el momento, es la petición de un juez para poner en marcha el proceso de imputación de Rita Barberá (¡Rita, eres la mejor!). El presidente en funciones se ha hundido también por su abandono de toda iniciativa y esperanza desde la jornada electoral del 20-D. Es una locura pensar que siga en la Moncloa por otra legislatura.
Pablo Iglesias ha bajado el diapasón ostensiblemente, cosa que se podía haber ahorrado si nos hubiera hecho algo de caso a los que llevábamos meses advirtiéndole de que sus maximalismos no conducían a nada positivo. No obstante, yo sigo pensando que tiene dotes para recuperar el don del gran liderazgo que exhibía en sus principios.
Albert Rivera se ha intoxicado de fiebre impulsora del entendimiento entre los partidos, pero que no le vengan con bromas desde la izquierda, claro. Y mira que me sigue cayendo bien el muchacho, otro raro tío en aquellas, no sé cuáles, tertulias televisivas que yo frecuentaba todavía en plena era del bipartidismo. Y Alberto Garzón, que se ha crecido con todos los merecimientos, como ha demostrado, por ejemplo, con su protagonismo en los últimos intentos de entendimiento entre los partidos de la izquierda. Tiene dos diputados y parece que tiene cincuenta, el más joven de todos, me parece que treinta añitos.
Bueno, ya está bien de reuniones y negociaciones, no hay tiempo para más y en unos días es la sesión de investidura. ¿Siguen de acuerdo en que la repetición de las elecciones sería un gran fracaso y un desastre? ¿Aguantará abierto el PP con casi todos sus líderes clásicos o no tan clásicos en la cuarentena?
Pedro Calvo Hernando