Los concejales del Ayuntamiento de Pontevedra del PSOE, el BNG y las Mareas que han declarado persona non grata a Mariano Rajoy, se han pasado de frenada. Quienes les eligieron para gobernar la ciudad lo hicieran pensando en que se harían cargo de mejorar los servicios que ofrece dicha capital no para que a la manera de «Black Dog», en la posada del Almirante Benvow, le entregaran la «mota negra», a un paisano ilustre. En democracia, para rechazar a alguien, basta con no votarle. Recurrir a la humillación, porque humillante es la declaración de persona non grata, es bajuno.
Los concejales del Ayuntamiento de Pontevedra del PSOE, el BNG y las Mareas que han declarado persona non grata a Mariano Rajoy, se han pasado de frenada
Está claro que este no es el año de Mariano Rajoy. La advierte la sabiduría popular cuando proclama que las desgracias nunca vienen solas. El aviso se cumple ¡y de qué manera¡ en el caso del Presidente del Gobierno, ahora en funciones. Fue premonitorio el puñetazo que le propinó aquél joven pontevedrés del que apagados los focos de la noticia nada hemos vuelto a saber. Tengo para mí que ambos episodios -la agresión y la declaración de ostracismo- han afectado a Mariano Rajoy tanto o más que el resultado de las elecciones. Lleva muchos años en política, cerca de treinta, pero en los últimos meses es cuando se han concatenado diversos episodios todos ellos de signo nefasto. Y no hablo de los casos y acusaciones de corrupción. Que también. Me consta que salió tocado del debate con Pedro Sánchez en el que el agresivo líder socialista le llamó «indecente» ante una audiencia televisiva millonaria. La réplica en la que calificaba a Sánchez de «ruin, mezquino y miserable» delató la profunda desazón con la que vivió aquél momento de tensión, por otra parte, sin precedentes entre aspirantes a la Presidencia del Gobierno. Después vino el mazazo de los comicios: el PP fue la lista más votada, pero había perdido tres millones y medio de votos y sesenta escaños.
Lo que en términos políticos anuncia un más que probable fin de época: con la inevitable retirada de la política de Mariano Rajoy, una retirada ordenada, no debería estimular de manera oportunista actos teatrales de repudio a la persona. Hay que combatir las ideas, pero respetando a las personas. Tras la decisión del Ayuntamiento de Pontevedra se entendería perfectamente que Mariano Rajoy no volviera a poner los pies en la ciudad. Ciudad en la que, por cierto, aún no habiendo nacido en ella, siempre hizo gala de llevar en el corazón.
Fermín Bocos