sábado, noviembre 30, 2024
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Los sin techo

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En Madrid dicen que hay 1.905 personas sin techo. Son las cifras del Foro Técnico Local, del Ayuntamiento: 764 duermen al raso y el resto, 1.141, en algún albergue. Cifras que quizá deberían incluir las viviendas insalubres y los pisos patera. Además, hay magrebíes y subsaharianos en parques, y rumanos en chabolas, que podrían sumar otros mil.

Son esos pobres sueltos, dentro de nuestras ciudades, cerca de nuestras casas, no en la lejana Macedonia, que no se hacen notar (vemos a menudo sus cartones y mantas, su “ajuar”, pero a ellos no los vemos tanto), y pensamos “alguien les dará algo”.

En Estados Unidos, el Christian Science Monitor, ese periódico tan bien hecho, trata el asunto como algo crucial en la sociedad norteamericana. El alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, recientemente anunció un presupuesto de dos mil seiscientos millones de dólares de inversión en viviendas protegidas para los sin techo, mientras Los Angeles, curiosamente, sólo dedicaría 100 millones de dólares. Según las últimas cifras, en los EEUU habría millón y medio de sin techo que se alojan en albergues, más otros casi seiscientos mil sin refugio alguno.

En Londres, los rough sleepers (lo que duermen en la calle) son objeto de atención por asociaciones y tenencias de alcaldía. En algunos barrios londinenses, como en Candem, los rough sleepers constituyen un problema. El 47% son extranjeros.

La Unión Europea intentó en 2011 establecer unas guías comparables para saber cuántos hay sin techo, cuántos sin hogar o en riesgo de perderlo y así iniciar un mínimo plan de acción. Menos Polonia, ningún país hizo nada. Francia no los computa desde hace más de quince años. En Budapest hay más de siete mil y la solución húngara pasa más por su criminalización que por la ayuda (lo que es, además de injurioso, un error, pues una noche de cárcel es mucho más cara que una noche del albergue).

Son pobres inocuos pero molestos pues “afean” el paisaje, dan mala imagen de una ciudad. Esa parece ser la preocupación de muchas autoridades, el efecto, no la causa. Son vulnerables al frío, a los desaprensivos y los gamberros y sólo nos acordamos de ellos cuando son víctimas de un acto criminal.

En España se ha delegado en gran parte el problema a la Iglesia, esa Iglesia a menudo tan denostada. Pero también hay organizaciones como www.solidarios.org.es, que trabajan para ayudar y paliar estas situaciones. Como con los refugiados (mi columna del 4 de febrero), deberíamos optar más por la justicia que por la caridad. Pero, por lo pronto hay que contarlos, saber qué pasa, quiénes son, qué necesitan (que no sólo consiste en facilitarles alojamiento sino que son más complejas). Solidarios ha hecho recuentos, de los que se deduce un aumento sostenido de los sin techo desde 2009, un 6% anual, una ligera mayoría de extranjeros, una edad media bastante alta, de 45-46 años, y problemas de higiene, de soledad, de alcoholismo, entre otros.

Un país con millones de metros cuadrados vacíos en edificios inservibles, por la disparatada construcción, debería poder ofrecer soluciones al problema

Un país con millones de metros cuadrados vacíos en edificios inservibles, por la disparatada construcción, debería poder ofrecer soluciones al problema, y la CEOE, que representa a muchísimos empresarios de la construcción, seguro que encontraría algún remedio organizado. A ver si se ponen a ello. Medios hay, lo que quizá falte es sensibilidad y voluntad política.

Y también hay una falta sensibilidad cultural, porque hoy, ¿dónde están el Paco Candel o el Lauro Olmo que hablen de las miserias de estos “golfos de bien”, como les hubiera llamado Olmo? Como el realismo y el naturalismo ya no son moda literaria, no tienen quien escriba de ellos.

Jaime-Axel Ruiz Baudrihaye

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