A los «viejos partidos», los nuevos les han salido respondones. Muy respondones. Primero fue Pablo Iglesias, que en una intervención hiriente, humillante e insultante quiso hacer cenizas al candidato socialista en un alarde impresentable de soberbia y altanería. Cuestionó Iglesias la trayectoria de un partido como el PSOE que con sus luces y sombras, como ocurre siempre que una organización tiene historia y biografía, ha sido y sigue siendo un partido esencial para la democracia española.
Los socialistas, incluso pasadas las horas, aún no dan crédito a lo escuchado y muchos de ellos tienen ahogadas las palabras que por aquello de no romper puentes, prefieren guardar para sus adentros.
Los socialistas, incluso pasadas las horas, aún no dan crédito a lo escuchado y muchos de ellos tienen ahogadas las palabras
Se puede entender que dadas las circunstancias, Pedro Sánchez quiere preservar las astillas -solo astillas- de un puente que en realidad nunca ha existido, pero de ninguna de las maneras el PSOE debe consentir semejante desmán. Todos sabemos y hay que pensar que Ferraz también, que el objetivo prioritario de Podemos no es tanto gobernar como tragarse al PSOE y el PSOE no debe cuidarse ni de Felipe González ni de Rivera. Debe cuidarse de quienes, como los de Podemos, quieren destrozarle. No les basta con ganar al PSOE en unas más que probables elecciones. No, quieren que muerdan el polvo y desde esa posición hacerse ellos con el santo y seña de la izquierda española.
En tono bien distinto y con argumentos que en absoluto tienen nada que ver con los de Iglesias, Rivera se encargó no de abofetear, ni mucho menos, pero sí de dar un pellizco de monja al PP. El líder de Ciudadanos se permitió invitar a la sublevación interna a los populares para que así, sublevados, pongan a Mariano Rajoy en la calle. ¿Tiene un partido que admitir que desde fuera se le diga quien debe ser su líder?. Rivera ha conseguido todo lo contrario y si ya antes de su intervención en el PP no había masa crítica suficiente para jubilar a Rajoy, ahora mucho menos. Azuzar desde fuera a un partido es la mejor manera de que el partido en cuestión se reafirme en lo que es.
Los viejos partidos, que con ayuda puntuales de otros partidos, han traído y preservado la democracia española durante más de tres décadas no deberían consentir tanta lección ajena, tanta admonición, tanto consejo. La libertad, el bienestar, las instituciones y PSOE y PP estaban ya cuando ellos han llegado y ha sido llegar y caer en los mismos arrebatos de soberbia que ellos tanto critican.
No puede meterse en el mismo saco a Iglesias y a Rivera. Están en las antípodas políticas y afortunadamente los modos y maneras de Ciudadanos no son las de Podemos pero ambos comparten un punto de adanismo claramente injusto tanto con PSOE como con PP. Una pizca de humildad será una estupenda aportación a estos nuevos tiempos en los que la pluralidad no debe convertirse en ingobernabilidad.
El tiempo lo cura casi todo y es seguro que las bofetadas de los nuevos, el lunes, pasaran al olvido y volveremos a las andadas de llamadas, reuniones, encuentros y desencuentros. Y así será aún cuando todos, nuevos y viejos, saben a ciencia cierta de que deambulan por un callejón sin salida.
Charo Zarzalejos