En la familia real acostumbran referirse públicamente a sus otros miembros designándoles por su condición institucional. El Rey dice «la Reina» y no «mi esposa». Juan Carlos I hablaba del «Príncipe» en vez de «mi hijo». Sin embargo, Iñaki Urdangarin, en el juicio de Noos, se refiere a su mujer como «mi señora». Ya no puede decir “la Duquesa». El título nobiliario de Duques de Palma les fue retirado por Felipe VI (y no el “ciudadano Felipe de Borbón” como le llama indebidamente Alberto Garzón). Urdangarin tampoco dice “la Infanta», condición a la que su esposa no quiere renunciar como se lo han pedido reiteradamente su padre y su hermano. En realidad los Urdangarin ya no son parte de la familia real “stricto sensu” por decisión del Rey.
En espera de la sentencia tras un juicio donde muchos echan la culpa a la Zarzuela, no puede dejarse de sentir alguna pena por esta pareja venida a menos tras ser feliz en la irresponsable adulación del pasado que les encandiló tan equivocadamente que provocó un relevo en el Trono y, probablemente, llevará a Urdangarin a prisión. Esperemos que no haya más daños.
Este juicio se ha entremezclado con la Investidura de Pedro Sánchez, fallida en esta fase, en cuyas sesiones hubo bastantes menciones también a la corrupción, especialmente de miembros del PP, y a la incapacidad de Rajoy de limpiar su propio partido.
El más duro con él fue Albert Rivera, ese mismo con el que contaban en el PP desde siempre para apoyarles sin condiciones. La regeneración del PP tendrá lugar, sin duda, aunque con mayor celeridad si ese partido pasa a la oposición y cambia su dirección, pero sería erróneo pensar que, una vez culminada una renovación que ya realizó el PSOE, el Partido Popular y Ciudadanos se fundirán en un abrazo disolvente.
Rivera está subrayando cada vez más su centrismo. En el debate se reclamó heredero de Suárez y no de Fraga, como lo es el PP. Tanto por su programa como por su discurso seguirá diferenciándose de una derecha, quizás rancia, mayoritaria ahora en un PP que, desde sus bancadas, le increpó y llamó traidor por hablar unas pocas palabras en catalán en el Congreso de los Diputados. Rivera se mantendrá en un centro derecha abierto al entendimiento con la izquierda, a la que puede quitar votos, sin cerrar la puerta a su derecha.
Rivera se mantendrá en un centro derecha abierto al entendimiento con la izquierda
El acuerdo que firmó con Sánchez lo evidencia. Sus efectos perdurarán incluso si tenemos que ir pronto a las urnas. Este entendimiento representa la capacidad de establecer acuerdos entre partidos en un panorama en el que el bipartidismo se ha evaporado y los pactos son imprescindibles incluso entre derecha e izquierda. Los votantes del PP que sinceramente aspiran a acuerdos con la izquierda harían mejor en votar a Ciudadanos.
Este debate de Investidura ha sido importante porque ha llevado la discusión política al Parlamento, como procede. Han destacado dos partidos como verdaderamente nuevos y modernos: PSOE y Ciudadanos. Los discursos de Sánchez y Rivera fueron abiertos, inclusivos, cargados de una brisa matinal y esperanzadora. Sánchez y Rivera han «pigmeado» (por inventar un verbo) a los demás intervinientes tanto por contenido y generosidad política como por su expresión precisa y contenida. Hemos visto y escuchado a dos buenos parlamentarios, lo que no abunda. Su estatura política se ha incrementado. Ello les refuerza en y fuera de sus partidos y les beneficiará si hay elecciones en junio.
Con Pablo Iglesias, Podemos puso de relieve que se sitúa en los albores del siglo XX, en la Rusia bolchevique, modelo asimismo del fracasado chavismo venezolano. Añádase un mal estilo parlamentario. Felipe González se pregunta, incluso, porque Iglesias estaría tan cargado de odio. Un radicalismo prehistórico al que incautamente apoyan antiguos votantes socialistas que debieran volver al PSOE.
El Partido Popular se asentó en su mayoría absoluta perdida. Se entiende su nostalgia pero esta añoranza ya no es realista. Mientras en su seno no lo asuman correrán el peligro de arrinconarse en una derecha sin capacidad de diálogo, de lo que Ciudadanos tomará nota y, posiblemente, también aquellos de extrema derecha que por ahora no se atreven a desmarcarse pero que bien pudieran hacerlo si el PP pierde fuerza.
Estuvo acertado Antonio Hernando, portavoz socialista, en sonrojar a Rajoy, siempre muy altanero y faltón, por presentar, increíblemente, como corrupción el intento de Sánchez de formar gobierno por encargo del Rey. Rajoy estaría enfadado con éste último por aspirar a nuevas elecciones sin ningún intento de Investidura y su puya igual no tenía solo a Sánchez por objetivo. Preocupante.
Ahora ya se ha iniciado el próximo acto para intentar un gobierno con los mimbres del 20D. PP y Podemos debieran de hacer ahora un esfuerzo importante para facilitarlo. PSOE y Ciudadanos ya mostraron el camino con su acuerdo.
Carlos Miranda
Embajador de España
Carlos Miranda