miércoles, noviembre 27, 2024
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Un puñado de monedas

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Será que entramos en Semana Santa y que la religión cobra mayor presencia, pero no he podido evitar que en los últimos días me haya venido a la mente el pasaje bíblico de la traición de Judas. Un pasaje que no solo habla de traición, de iniquidad, sino también de principios, de convicciones, de arrepentimiento, de las consecuencias de cada acción que tomamos.

No he podido evitarlo al ver el trato que en Europa se está dispensando a los migrantes, sean económicos o fugitivos de la guerra.

En los últimos días nos hemos escandalizado ante las imágenes de hinchas de fútbol holandeses por el trato vejatorio dispensado en Madrid a personas que viven en la calle, que piden limosna, que están dispuestas a someterse a vejaciones y humillaciones con tal de obtener esas monedas que para ellas marcan la diferencia entre comer y sobrevivir otro día.

Lamentablemente, a las deplorables imágenes vividas en Madrid con hinchas del PSV Eindhoven siguieron réplicas en Barcelona con aficionados del Arsenal y en Roma con otros del Sparta de Praga, todos ellos humillando a mendigos, a discapacitados, a inmigrantes. Todos ellos arrojando monedas y billetes que no ponían precio a la dignidad de los humillados, sino que evidenciaban la indignidad de los humilladores.

Esa Europa también existe y cada vez se esconde menos. Es la que, en parte, está detrás del éxito de la extrema derecha en Alemania, en los países nórdicos, en Francia o en Holanda; es la que, en parte, da soporte a gobiernos con una preocupante deriva autoritaria en Polonia o Hungría; es la que, en parte, alimenta el crecimiento de populismos por doquier. Una Europa a la que las grandes fuerzas democráticas no han sabido dar respuestas adecuadas capaces de frenar el crecimiento de la intolerancia, la xenofobia.

Al contrario, al traicionar los principios sobre los que se sustenta el proyecto de construcción europea, los jefes de gobierno y de Estado europeos les están dando alas.

Nos escandalizamos ante la imagen deleznable de unos hinchas arrojando monedas a inmigrantes pero ¿es muy diferente lo que han hecho los gobiernos europeos con el acuerdo alcanzado con Turquía? ¿Qué significa sino arrojar miles de monedas en lo que constituye una trágica humillación hacia quienes huyen de la guerra, de la persecución, de la muerte?

Ante cada nuevo desafío, los jefes de Estado y de Gobierno europeos están traicionando los principios rectores del proyecto de construcción europea. Con el acuerdo para dar satisfacción al Reino Unido se ha puesto en cuestión la libre circulación de trabajadores y la no discriminación por razón de nacionalidad. Con la respuesta ante los atentados terroristas y los movimientos migratorios, ha saltado por los aires Schengen. Con el acuerdo con Turquía, se han dinamitado los principios humanitarios que deben inspirar la política de asilo y se ha renunciado a dar una respuesta europea al drama de los refugiados subcontratando su gestión a terceros sobre los que, además, se hace la vista gorda cuando más crece su deriva autoritaria. Europa está dimitiendo de sí misma porque los líderes europeos no creen en Europa.

Ante cada nuevo desafío, los jefes de Estado y de Gobierno europeos están traicionando los principios rectores del proyecto de construcción europea

Los líderes europeos tienen la obligación de rectificar esta afrenta. Aún pueden dar una respuesta a la altura del desafío y de los principios rectores que inspiran el proyecto europeo. Aún están a tiempo de cumplir sus propios compromisos reasentando a los 160.000 inmigrantes varados en Grecia e Italia como se comprometieron a finales del año pasado. Aún pueden abrir vías legales, reguladas, seguras para dar respuesta a los miles de demandantes de asilo que se agolpan en nuestro propio suelo y al pie de nuestras fronteras. Aún pueden desplegar la urgente acción humanitaria necesaria.

O pueden seguir haciendo lo que han venido haciendo, condenando el sueño de la construcción de una Europa cada vez más unida e integrada a la melancolía de lo que pudo haber sido y no fue o, peor aún, a la pesadilla del fantasma que se abate sobre Europa.

 

José Blanco

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