La detención de Mario Conde ha sido sin duda la noticia de la semana. Él que se paseaba por los platós hablando de delincuencia y de corrupción, resulta que presuntamente se dedicaba a lo que tanto criticaba. Si lo que ha descubierto la UCO es realmente lo que fue y cómo fue, podría decirse que el empresario no habría dejado de delinquir en más de 20 años. Se llevó dinero de Banesto, lo que arruinó o dejó sin ahorros a cientos de miles de pequeños accionistas, lo guardó a buen recaudo, lo multiplicó y lo trajo a España primero a poquitos y luego a lo bestia mediante una red impresionante de empresas y figuras financieras con la ayuda, al parecer de sus hijos, y de varios testaferros. A mí nunca me convenció este hombre. Tengo a gala no haber escrito jamás ni una sola línea ensalzando la figura de este personaje sumamente ambicioso y tramposo. La falta de química era mutua. De ahí su cita a mi persona en uno de sus libros, esos en los que trataba de convencernos que todo había sido una conspiración contra él por listo, por seductor y por qué sé yo cuántas cosas más.
Se paseaba por los platós hablando de delincuencia y de corrupción, resulta que presuntamente se dedicaba a lo que tanto criticaba.
La cuestión es que una persona que ha pasado en la cárcel más de una década, lejos de arrepentirse, estuvo trazando una red para que al salir del trullo, le esperaran millones de euros y eso sin perder ni sus fincas, ni sus casas, ni sus empresas. Era el segundo español más moroso con Hacienda, nada menos que 10 millones de euros, que al parecer no se podían cobrar porque era pobre de solemnidad. Ahora sabemos algo más de su estado financiero y de su caradura. Incluso que una de sus empresas había conseguido del ICO, dinero público, más de 200.000 euros. Tenía mucho dinero, lo había ganado en poco tiempo (prácticamente de una tacada), ya sólo se tenía que preocupar de qué quería y no le fue suficiente. Siempre se ha dicho que la avaricia rompe el saco. Pues eso es. Conde se enfrenta a ocho delitos, podría volver a la cárcel, qué nos contará ahora sobre la maldad de los banqueros, la corrupción de los políticos, el manejo del dinero o la vida de los otros.
El proceso se ve que ha sido largo. El servicio de blanqueo de capitales ya llevaba siguiéndole tiempo. Una remesa de 600.000 euros pudo ser la llave para el inicio de la operación «Fénix». Y sí, se levantó de sus cenizas, pero volvió a las andadas y ha caído en su tela de araña. Veremos dónde acaban él y sus hijos, por lo que se sabe metidos hasta las trancas.
Carmen Tomás