Las posiciones de todos y cada uno de los principales partidos y líderes políticos construyen un conjunto calificable, sin exageraciones, de emporio de la locura, exaltación de la altanería y bendición de la irracionalidad política. Esa es una de las conclusiones que uno saca al poner en fila las principales afirmaciones y posicionamientos de los diversos partidos y líderes que conforman el galimatías inaudito en que han convertido la realidad política española en esta etapa final de la espera desesperada de un milagro en el que ya casi nadie confía de aquí a la hipotética convocatoria automática de nuevas elecciones generales para el 26 de junio. Casi me da vergüenza hablar de esta manera, sabiendo que la teoría del milagro de última hora se va convirtiendo en la teoría del imposible. Yo creo que los responsables no escuchan ni leen nada de lo que piensan y dicen los españoles. Y se inventan las esperanzas y los deseos de nuestros compatriotas, cegados por la película interior de sus deseos, sus ambiciones y sus falsas creencias, que nada tienen que ver con la verdad ni con la racionalidad. En estas largas décadas de historia democrática nunca hemos vivido una situación semejante ni la clase política ha sufrido una obnubilación comparable con todo lo que estamos viviendo en este momento. Si alguien piensa que exagero, le agradeceré que me lo explique.
Tampoco entiende que Rivera y los suyos conserven ese empeño por llevar al PSOE a una compañía tan inadecuada como es la del PP.
A la vista del profundísimo pozo de corrupción que castiga y atormenta al PP, resulta algo más que incomprensible que ese partido y sus dirigentes se permitan el lujazo de predicar y aleccionar a los demás, como hace Rajoy cada vez que abre la boca, sin mencionar siquiera lo ocurrido con su ex ministro de Industria, por poner el ejemplo más chirriante de lo que les sucede cada día. Cree uno que consideran estúpidos al resto de los españoles, y perdón por utilizar esta figura literaria tan desgastada. Tampoco se entiende que Rivera y los suyos conserven ese empeño por llevar al PSOE a una compañía tan inadecuada como es la del PP. Ni los juegos malabares de Podemos con su empeño de construir una fórmula de Gobierno tan escasamente dotada de posibilidades de éxito. Ni el tan desgastado empeño de Sánchez de perseverar en esa extraña manía de hacernos creer que hay algo que hacer con esa fórmula de los 130 diputados en un Parlamento con 350. Supongo que luego se arrepentirán todos cuando el sideral fracaso colectivo se convierta en algo patente e indiscutible. Un arrepentimiento que no serviría para nada, solamente para achicar la vergüenza de no haber sido capaces de responder adecuadamente a las necesidades de este país y a las soluciones de los enormes problemas que llevamos meses repitiendo varias veces cada día.
Pedro Calvo Hernando