lunes, septiembre 23, 2024
- Publicidad -

Elegidos para la gloria

No te pierdas...

Los hombres sudan a pesar de que van ligeramente armados. En ese tipo de operaciones es mejor no cargar mucho peso, así los movimientos son más ágiles y es factible la huida. Han logrado entrar en la ciudad burlando la vigilancia enemiga, utilizando todas las técnicas a su alcance. Al amparo de la oscuridad, avanzan lentamente por las estrechas callejuelas, esperando no ser descubiertos por los centinelas moros. Saben que si caen prisioneros serán torturados salvajemente y luego decapitados sin piedad. Tienen los nervios de acero y el corazón acongojado, pero no se echan atrás. Seguirían a su capitán hasta el mismo infierno si fuera necesario. Son dieciséis hombres, la elite de la elite, dispuestos a realizar las operaciones más arriesgadas tras las líneas enemigas. De repente, un centinela escucha algo; mira, se vuelve, pero achaca el ruido a un perro y continúa su guardia. El comando, que se había detenido, continúa la marcha despacio, moviéndose como los gatos, sin hacer el mínimo ruido. Por fin llegan a su objetivo: la Mezquita mayor. El Capitán intenta prenderla fuego, pero no lo consigue. Enfadado, clava con una daga en la puerta de madera un papel.

Comienza la retirada, llegan a la Alcaicería, el lugar donde los comerciantes venden la seda traída de Oriente. Esta si arde, pero son descubiertos por alguien que da la alarma. La guardia de la ciudad sale a su encuentro, superando considerablemente en número a los dieciséis miembros del comando. El combate es despiadado, pero los hombres de las fuerzas especiales están excelentemente entrenados y tienen los huevos cuadrados así que derrotan al enemigo, logrando huir alcanzando sus líneas poco después, tras haber sumido al enemigo en la confusión. Son dieciséis hombres elegidos para la gloria.

Si por un momento han pensado que lo descrito hasta ahora se ha desarrollado en Iraq o Afganistán, están equivocados. Si piensan que el comando era de los SEAL o los DELTA, están equivocados. Ni siquiera es en nuestra época. La ciudad es Granada y el año mil cuatrocientos noventa. Cuando al día siguiente, la población se dirige a rezar, encuentra el papel clavado en la madera. En el se puede leer el Ave María y estas palabras: Sed testigos de la toma de posesión que realizó en nombre de los reyes y del compromiso que contraigo de venir a rescatar a la Virgen María a quien dejo prisionera entre los infieles”.

El Capitán es un soldado castellano nacido en Ciudad Real el veintisiete de julio de mil cuatrocientos cincuenta y uno, y se llama Hernán Perez del Pulgar, uno de los hombres más valientes que ha dado la historia de este bendito país llamado España durante no sé cuánto tiempo más.

Comenzó a destacar en el oficio de las armas participando como escudero en la guerra contra Portugal, que había tomado partido por Juana la Beltraneja. En mil cuatrocientos ochenta y dos, se encuentra sitiado en Alhama de Granada junto al Duque de Cádiz, por las tropas musulmanas. Entonces, aquel precursor de las  operaciones especiales, se arriesga y logra infiltrase entre las tropas enemigas, sobrepasándolas para pedir ayuda, logrando así evitar la caída de la ciudad. Poco después, realiza otra operación de gran peligro: toma el castillo de Salar con tan solo ochenta hombres. Más tarde toma Baza, batalla en la que da muerte con sus propias manos al general del ejército nazarí Aben-Zaid. Aquellas gestas le granjean la admiración de los Reyes Católicos que le nombran Caballero, con escudo heráldico y todo, bajo el lema“Tal debe el hombre ser como quiere parecer”.

Tras su retiro, con una España unificada, libre de influencias moriscas, escribe una crónica de las hazañas del Gran Capitán, Fernando Gonzalez de Córdoba, por encargo de Carlos V, el cual en mil quinientos veinticuatro-ya con setenta y tres años nuestro hombre-, le llama de nuevo a su servicio, esta vez contra Francia. Hernán, a pesar de ser un anciano, responde al mandato de su rey como buen y ejemplar soldado y vuelve al combate en los Pirineos, destacándose por su valentía, como siempre lo hizo.

Murió con ochenta años y fue enterrado en la catedral de Granda -donde se encontraba la mezquita de la que tomó posesión simbólicamente-, junto a los Reyes Católicos, honor tan grande que jamás ha sido otorgado otra vez en nuestra historia.

Hoy en día, es un héroe olvidado como tantos otros, en un país lleno de complejos por su pasado. Ningún niño lo conoce, ningún universitario sabe de sus hazañas. Pero en la historia de la milicia queda su nombre escrito con letras de oro: Hernán Perez del Pulgar, el elegido para la gloria, el hombre que inventó las operaciones especiales quinientos años que las naciones modernas.

Si van a Granada, saluden con respeto su tumba, ahí yace un guerrero de verdad.

 

 

José Romero

Artículo anterior
Artículo siguiente

Relacionadas

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

- Publicidad -

Últimas noticias

- Publicidad -