Está convirtiéndose en un lugar común la idea de que en España se van a repetir las elecciones generales y que todo seguirá igual, porque el resultado será el mismo. No es tan fácil ni probable que eso sea así.
En primer lugar, será distinto el número de votantes y el nivel de abstención, lo cual puede alterar el resultado en al menos algunas circunscripciones provinciales, de modo que los totales de diputados de los grupos cambien. Puede discutirse si eso beneficia a la derecha o la izquierda, a un partido u otro, pero lo que es casi seguro es que habrá cambios en la distribución de escaños en el Congreso de los Diputados; máxime si Podemos e IU van juntos. A riesgo de simplificar demasiado: si la abstención se centra en la izquierda, Podemos no saldría beneficiado. Si, por el contrario, la derecha se desmoviliza ante Rajoy, el PP podría tener problemas. De lo que pase con ambos va a depender la situación del PSOE y de Ciudadanos.
En la centralidad política del país, el partido estará muy disputado
En estas nuevas elecciones -hay quien discute que sean nuevas pero de alguna manera lo son-, también será distinta la motivación de mucha gente, ya que los papeles de los diferentes partidos en los últimos meses, tras los comicios de diciembre, condicionan el ambiente político del país. ¿Hay la misma ilusión por el cambio? ¿Centran esa ilusión los mismos que en el 20-D? ¿No repercutirá el papel de cada partido en las frustradas negociaciones para formar Gobierno? ¿Se mantendrá la dispersión del voto en la misma medida? ¿En quién confían más los españoles para salir de la crisis?
La campaña tampoco será ajena a tanta incertidumbre. La izquierda corre en ese sentido un riesgo que de momento no está siendo capaz de corregir, dada la estrategia del PP. Si el debate se reduce a los últimos cuatro meses, el PP saldrá ganando, en la medida en que eludirá refrescar todas sus debilidades durante los últimos cuatro años. El debate de si la culpa de repetir las elecciones es del PP o de Podemos le va bien al PP incluso aunque todos le echen la culpa. Es un asunto menor al lado de la corrupción, los recortes, la desigualdad, el paro o la precariedad laboral.
Mariano Rajoy y su partido están gestionando mejor sus debilidades que Pedro Sánchez y el PSOE, siempre más dado a la autocrítica, que a menudo -lejos de ser reconocida y valorada- es vista como factor de desunión. Pablo Iglesias y Podemos juegan, en ese sentido, en otra liga, ya que sus votantes puede que vayan a votar en mayor o menor medida pero difícilmente trasvasarán sus papeletas de izquierda a derecha. En cambio, en la centralidad política del país, donde compiten PP, PSOE y Ciudadanos, ahí el partido estará muy disputado.
José Luis Gómez