En realidad hablo de la política que toca a los hombres y mujeres que andamos en nuestro trabajo, o buscándolo, mientras los líderes políticos andan en las tertulias. Hablo de las cosas que preocupan a la ciudadanía que, guste más o guste menos, son las que tienen que ver con una crisis no superada y sus dramáticos efectos.
Me interesa, como creo que interesa a la mayoría de las personas, propuestas que atiendan a las necesidades reales y establezca prioridades antes que estrategias a medio plazo, retos personales o apaños electorales para arañar escaños.
No deberían sorprendernos a los analistas o a las formaciones políticas las tendencias a la abstención ni las adhesiones defraudadas. Es solo cosecha de una increíble siembra de despropósitos que se iniciaron la misma noche del 20 de Diciembre.
El crecimiento del PIB del primer trimestre o las cifras del paro de Abril han permitido a algunos sacar pecho y a otros hacer comentarios negativos. La verdad es que el crecimiento es más bien escaso y que el empleo crece, ya estamos en temporada alta, pero lo hace a ritmo inferior al año pasado y lo hace con menos calidad.
Nadie se cree que las cosas vayan a ir mejor y la incertidumbre política no ha contribuido mucho, para que engañarse, a mejorar la confianza. De hecho, la desconfianza nace, precisamente, de que la ciudadanía no ha visto a los responsables políticos preocuparse mucho del asunto, enredados como estaban en sus cosas.
La desconfianza nace de que la ciudadanía no ha visto a los responsables políticos preocuparse mucho de los problemas del país
La atonía en el comercio, en los servicios y en la industria es ya un lugar común. A ello se une un mal trimestre de resultados corporativos, especialmente en la banca. Nunca sabemos si debemos rescatarla de nuevo o si nos sacaran el hígado a golpe de comisiones. El sector privado, que es el que debe sacarnos del atolladero y necesita actividad económica, ha destruido 82.000 empleos en el primer trimestre.
Y mientras echamos las cuentas, la Unión Europea no deja de amenazarnos con más recortes de esas políticas que las familias necesitan para llegar a final de mes. Los salarios más bajos han bajado más de una cuarta parte desde la crisis; las mujeres han pasado a cobrar una tercera parte menos que los hombres y los más jóvenes siguen en el limbo.
Esas son las cosas de las que queremos y debemos hablar. De las cosas que nos afectan pero de las que los responsables políticos, más preocupados de lo suyo que de resolver la situación política y social, no han mostrado especial interés en afrontar.
De hecho, sabemos que algunos lo intentaron aunque de forma insuficiente, y no siempre con recetas en la buena dirección, y sabemos, especialmente, que otros se sentaron a esperar o se dedicaron a pedir su cargo, sin comprometer especiales esfuerzos.
Así las cosas, deberíamos plantearos el sentido de nuestro voto en Junio: no puede ir en la dirección de los vetos, los ajustes de cuentas ideológicos o el quítate tu para ponerme yo. No me interesan demasiado debates sobre quien es el primero de la izquierda tras Rajoy, por qué se componen coaliciones de intereses o quien tiene razones para vetar a quien sabe.
La obsesión por reconvertir la pluralidad que se expresó en Diciembre ha conducido más a operaciones de marketing, de campaña encubierta, que a potenciar esa pluralidad como un elemento de respuesta. Lamentablemente, seguimos en esa situación: no se escuchan soluciones sino estrategias partidarias.
No es fácil, seguro, encontrar respuestas en escenarios políticos tan nuevos y plurales. Pero quien ha convertido la pluralidad en escaños irrelevantes difícilmente podrá reclamarla en Junio.
Libertad Martínez