lunes, septiembre 30, 2024
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Carlomagno y Francisco

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El premio Carlomagno es un prestigioso galardón. Se otorga desde 1950 a personas e instituciones por sus valiosas contribuciones a los derechos humanos, la paz y en favor de la unificación de los pueblos europeos. Se entrega en mayo en una emotiva ceremonia en lo que fue el palacio del Emperador Carlomagno en Aquisgrán, la ciudad alemana que otorga el premio. Allí pasaba Carlomagno los inviernos. En primavera convocaba a sus vasallos y se iba a guerrear contra díscolos o enemigos. En una de estas expediciones sufrió un revés regresando por Roncesvalles donde su retaguardia fue atacada muriendo un sobrino suyo lo que dio origen a la “Canción de Rolando”, un poema épico medieval.

Varios españoles lo han obtenido: Salvador de Madariaga, Juan Carlos I, Felipe Gonzalez, Javier Solana. Los galardonados siempre han pertenecido al ámbito euroatlántico incluyendo, pues, a norteamericanos. En dos ocasiones se ha galardonado a Sumos Pontífices: en 2004 a Juan Pablo II y este año al Papa Francisco. En ambos casos la entrega tuvo lugar en el Vaticano en lugar de Aquisgrán. Curiosa excepción. Al acto de este viernes pasado acudió Felipe VI.

Existe una vieja relación entre el papado y las autoridades seculares europeas, relación con importantes y simbólicos enfrentamientos o alianzas según las circunstancias históricas. De lo más reciente fue un pulso sobre la inclusión en los tratados constitucionales europeos de una mención específica acerca de que la cultura europea tiene raíces cristianas. Pulso perdido por la Cristiandad ya que se consideró que otras influencias religiosas, filosóficas y seculares fueron igualmente relevantes.

El origen de la relación papal con el Imperio Carolingio (aunque los francos ya eran aliados de la Iglesia) y su ahora descendiente, la Unión Europea, se remonta al siglo VIII cuando el padre de Carlomagno, Pipino el Breve, dio un golpe de Estado con el aval del Papa Zacarías. Pipino, que como Mayordomo de Palacio ejercía de hecho y hereditariamente el poder del rey merovingio, cuya dinastía es conocida como la de los “reyes holgazanes”, mandó recado en el año 750 al Papa preguntando si no era más propio que quien gobernaba de verdad fuese el rey.

Como el Papa necesitaba la ayuda de los francos frente a los lombardos que amenazaban las posesiones terrenales papales, Zacarías respondió afirmativamente y el rey Childerico III pasó a ser definitivamente un monje encerrado en un monasterio. Carlomagno, tan necesario al papado como su padre Pipino, fue coronado Emperador en Roma en el año 800. Fruto tardío del Imperio Carolingio nació siglo y medio después el Sacro Imperio Romano Germánico a cuya cabeza sería elegido posteriormente Carlos V.

La perniciosa alianza del poder secular y del religioso iniciada con el Emperador romano Constantino en el siglo IV se mantuvo. En Bizancio la Iglesia se puso muchas veces a disposición del Emperador. En Occidente la protección de las tierras papales fue la contrapartida de que miembros de la Iglesia se encargaran de la administración del Imperio y que el Papa legitimara a las testas coronadas. Alianza no exenta de peleas como la guerra de las Investiduras pues tanto el Papa como el Emperador reclamaban el derecho de nombrar a los obispos que de hecho estaban subordinados a la vez al Emperador y al Papa. El papado se sacudió la pretensión del Emperador Otón I de participar directamente en la elección del Papa y, por el contrario, pretendió dirimir entre los príncipes cristianos hasta que con el protestantismo muchos de ellos se independizaron de Roma, entre ellos Enrique VIII de Inglaterra.

Alianzas entre reyes y papas para defender el Santo Sepulcro con las Cruzadas y rechazar al Turco que fue derrotado en Lepanto aunque, luego, llegó hasta Viena antes de retroceder tras un sitio fracasado. Contraste entre el consuelo parroquial y la política de altos vuelos practicada por una Iglesia que cata incluso la corrupción del poder.

Francisco fue distinguido por su contribución a la unidad europea y como voz de la conciencia de los valores de Europa. Lo segundo no tiene duda pero los europeos, sin liderazgo, le hacen tan poco caso como la Curia romana y las Jerarquías eclesiásticas. ¿Que busca el jurado del premio acercándose de nuevo a un Papa? A algunos les conviene, quizás, insistir en esa interpretación predominantemente cristiana de la Historia europea cuando el Islam, enemigo de antaño, vuelve, tan oportunamente, con refugiados indeseados, inmigrantes mal recibidos y siendo instrumentalizado por el terrorismo, aunque Francisco abogó en la entrega del premio por una Europa más social y acogedora de refugiados y desheredados.

La alta política escapa al entendimiento tanto del ciudadano como del fiel de a pie. ¡Qué tiemblen ambos cuando Poder e Iglesia pactan! Importa poco a las hormigas cuando dos elefantes pelean o hacen el amor encima de su hormiguero: en ambos casos salen perdiendo.

Carlos Miranda

Embajador de España

Carlos Miranda

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