La Unión Europea está doliente aunque podría curarse con pócimas que no son sólo económicas. Quien afirma que la UE es un fracaso conduce sin retrovisor. Gracias a la misma, Europa está mucho mejor hoy que en 1945, cuando acabó la Segunda Guerra Mundial, o en 1957, cuando Alemania, Bélgica, Francia, Italia, Luxemburgo y Países Bajos firmaron el Tratado de Roma. Quien dice que no tiene futuro es que no se lo desea porque en un mundo global cada vez más interrelacionado los europeos sólo tendrán un porvenir verdaderamente independiente juntos en una Unión Federal.
No todo se consigue enseguida. Se pueden establecer paralelos entre la construcción europea y la de los EEUU. En ambos casos su Constitución fue posterior a la creación de la entidad y fue objeto de enmiendas; los principales Estados arrastran a los demás; hubo una ampliación fundamental que dobló territorio y habitantes, incorporando a un conjunto inicial bastante homogéneo a poblaciones alejadas mediante, en un caso, la compra de la entonces extensa Luisiana (de Nueva Orleans a Canadá) y, en el otro, la gran ampliación al Este europeo.
Sólo una Unión Federal impediría que perezcamos los europeos ante tirios y británicos
La Unión camina difícilmente hacia su futuro porque no ha asumido aún su “destino manifiesto” como lo hicieron los EEUU en el siglo XIX. Los europeos aceptan que la UE es un instrumento eficaz para mantener la paz en el continente, un espacio económico y una influencia en el mundo. No tanto que sea, asimismo, una herramienta imprescindible para sobrevivir en un planeta que ya no reconoce supremacía occidental alguna. Sólo una Unión Federal impediría que, al igual que la Grecia antigua sucumbiera dividida ante Roma y el Oriente, perezcamos los europeos ante tirios y británicos.
El que la UE esté acosada por la crisis económica, la xenofobia, el egoísmo, el centrifuguismo y la falta de visión evidencia que la UE está enferma por carencia de verdadero liderazgo. Atrás quedaron Schuman, Monnet, Adenauer, De Gaulle, Mitterand, Kohl o Felipe González. Los actuales no dan la talla a pesar de los discretos esfuerzos de Angela Merkel, aunque la cantera no esté agotada.
Como otras veces desde que el Reino Unido ingresó en la UE, Albión se adelantó al proscenio afirmando que se marcharía si no se la complacía en su pretensión de no compartir un sueño común y de impedir que otros lo tengan. Con el referéndum sobre el Brexit muchos afirman que ella, pérfidamente, es culpable de desear mantener su insularidad conceptual y de querer evitar que en el continente haya un liderazgo. Por esta misma razón se opuso al Papado, a Carlos V, a la Francia de Luis XIV o de Napoleón, luchó contra el Kaiser alemán en 1914, resistió luego al Reich nazi en 1939 y batalla ahora con la Unión Europea, el Imperio europeo contemporáneo.
De Gaulle rechazó a los británicos pero después éstos consiguieron ingresar enfrentándose a la nueva supremacía continental transformados en caballos de Troya. Sin embargo, identificar estrategias ajenas no debe confundir sobre el fondo de la cuestión. No es el RU quien impide que la UE se integre más, aportando también críticas acertadas, es la inacción de los otros europeos, especialmente cuando Alemania y Francia, juntos la clave de bóveda continental, se vuelven abúlicos.
Madrid debe alentar a Berlín y París, fundiéndose con ellos en un núcleo de vanguardia
El matrimonio franco-alemán es uno de razón y no de amor y pasión. Les cuesta ponerse de acuerdo por ser complementarios y no idénticos. Una concepción económico-social más intervencionista en Francia frente a una más liberal en Alemania; una política exterior gala afectada por su pasado colonial en África y en el Oriente Medio así como por el Mediterráneo, una germana más preocupada por el Este europeo y Rusia; una perspectiva francesa más intervencionista en temas de seguridad mundial, una alemana más reservada por su pasado militar nazi; una relación transatlántica más teatral y útilmente respondona en el caso francés, más reposada por parte teutona aunque ninguno de los dos cuestiona la importancia de la relación transatlántica ni la de los EEUU en el mundo.
Estos son los dos miembros de la UE que pueden proyectar el futuro que Europa necesita. Madrid debe alentar a Berlín y París, fundiéndose con ellos en un núcleo de vanguardia. Otros seguirán la senda. Como nada es obligatorio, el RU puede quedarse donde quiera mientras no le toleren impedir que la UE camine hacia más integración mediante una gobernanza económica integrada del Eurogrupo para lo que Hollande ya esbozó en 2015 un plan. ¿Lo permiten las concesiones hechas en febrero a Cameron para ganar su referéndum? Existen discrepancias al respecto. ¿Hay voluntad política? Parece brillar por su ausencia.
Por cierto, ¿Qué pasará con Gibraltar si Londres abandona la UE? ¿Sabría España no avasallar? La reclamación es bilateral pero nada ocurrirá sin la anuencia de los llanitos. Mejor llevarse bien con ellos.
Carlos Miranda
Embajador de España
Carlos Miranda