jueves, noviembre 28, 2024
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Economía en funciones

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La desaceleración económica es una realidad indiscutible. Hace unos meses algunos todavía afirmaban que eso era una quimera inventada por determinados grupos de presión para asustar al país e influir en los pactos tras las elecciones del 20D, pero los últimos datos de la contabilidad nacional publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE) dejan claro que de invenciones, nada. La actividad pierde fuelle y en eso mucho tiene que ver la provisionalidad en la que están instaladas las instituciones y empresas, a la espera de que decidamos a quién confiamos la tarea de gobernarnos.

La economía española está en funciones y eso se nota y no es bueno. No lo dice la patronal ni los sindicatos ni la banca ni oscuros lobbys interesados en que nos quiten la sanidad pública y las pensiones, que también los hay y son muy activos. Lo reflejan los fríos números que miden la evolución del Producto Interior Bruto (PIB). Unas cifras que acusan el parón institucional al que ha abocado al país el reciente fracaso político que supuso que los partidos fueran incapaces de ponerse de acuerdo para investir a un presidente.

La economía española está en funciones y eso se nota y no es bueno

Cuando pasen las próximas elecciones del 26J, España irá camino ya de estar casi un año sin Gobierno. Y esa parálisis funciona como una adormidera para la actividad de un país donde la realización de buena parte de los proyectos depende de decisiones administrativas.

Es cierto que en términos agregados la economía española ha crecido un 0,8% en el primer trimestre de 2016. Sin embargo, un vistazo a las 'tripas’ del PIB demuestra que tener un Gobierno en funciones, sin capacidad ni atribuciones para adoptar decisiones económicas de calado, es a todas luces peor que tener un Gobierno constituido ya sea del PP, del PSOE o de Podemos. Porque quienes tendrían que invertir y darnos trabajo -para poder ellos seguir ganando dinero y nosotros comprando lo que producimos- lo primero que quieren saber es con quién se van a jugar los cuartos. Y ahora mismo no tienen ni idea.

Entre enero y marzo, la inversión sufrió una pérdida de vigor interanual de 1,2 puntos. Es decir, que si a comienzos de 2015 creció a un ritmo del 1,6%, en el mismo período de este año registró un exiguo avance del 0,4%. Una parte de esa inversión, la destinada a bienes de equipo -como la maquinaria que las empresas adquieren con vistas a aumentar su producción- se ralentiza en la misma medida. Y en el sector de la construcción el batacazo de la inversión es tal que incluso cae a terreno negativo (-0,2%).

Habrá quien celebre, por los excesos de hace una década, que las empresas y en particular las constructoras, no ganen dinero. Pero conviene no perder la perspectiva y recordar que eso, en última instancia, significa paro para millones de trabajadores.

La evolución de la inversión en los últimos dos años demuestra, además, que existió una dinámica alcista en la primera mitad de 2015, cuando a las empresas sólo les preocupaba desarrollar su actividad. En la segunda mitad, sin embargo, la tendencia fue a la baja, con un retroceso mayor a medida que se acercaban las elecciones del pasado 20D.

Prolongar hasta mediados de 2016 la incógnita de quién gobernará el país ha acentuado ese frenazo de la inversión, que seguramente continuará en el segundo trimestre. Sólo cuando esté claro el rumbo del próximo Gobierno, las direcciones de los bancos y empresas empezarán a tomar decisiones y a poner en práctica sus planes de negocio. Y aquí hay que desdramatizar, porque la banca y las empresas no temen tanto al coco de la izquierda como algunos se creen. Pueden sentir más o menos simpatía por una opción concreta, pero están acostumbrados a tratar con políticos de todo signo y en el fondo, su aspiración es que el próximo presidente, tenga pelo corto, coleta, barba o antenas, garantice la seguridad jurídica y la estabilidad de las reglas de juego que posibilitan que la actividad fluya.

Tan importante como decidir quién gobernará es asegurar que habrá Gobierno en otoño. Sólo así la economía dejará de estar también en funciones y podrá aspirar a dejar atrás una crisis que dura ya demasiado.

César Calvar

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