Es bastante probable que Usted no recuerde ni una sola propuesta de programa de estas elecciones. Pero es que Usted es un antiguo o una antigua. Lo importante no es el contenido sino el continente.
Lo importante es que el catálogo sea hermoso. Que en el mismo programa figure una nacionalización roja, una economía del bien común, inventada por empresarios demócrata cristianos, o una economía colaborativa financiada por fondos de inversión no debe parecerle contradictorio. Es natural, en estos días en que lo que importa es el espectáculo y que la foto sea bonita.
El programa es una mañana el reventar un mitin; a la siguiente, un video desacreditando a Sánchez o un viral promocional al otro día. Seguirá la carta de una ciudadana que no existe o un bailecito para acabar. Eso si; no proteste no sea que Monedero le envíe a la guardia civil a detenerle, sin juez por medio, que eso de la separación de poderes es cosa antigua.
Es mejor que no sepamos lo que piensan. Por ejemplo, el día que Iglesias tiene que decir que podría haber una selección catalana de fútbol, conviene que la “guerrilla” tuitera difunda un video infame sobre Sánchez para distraer y desacreditar. Naturalmente, como la mano no sabe donde anda la piedra, en Podemos nadie sabe nada.
El PP se dedica a defender al ministro conspirador y Ciudadanos aprovecha el privilegio electoral para poner pantallas. Mientras, en Madrid el IBI, que todos y todas consideramos abusivo, forma parte del debate electoral.
Entretanto, hay algunos que estarían encantados de que saliera el Brexit, a quienes molesta el euro, pero no lo dicen. Hay quien sabe que tras las elecciones recibirá la carta de los recortes pero persiste en propuestas electorales improbables.
En pocas campañas ha habido tan poca política, tan poco programa y tan poca propuesta como esta. Ni las televisiones han incorporado política, programa o propuesta demostrando que su pasado protagonismo fue simple protagonismo o descarado apoyo electoralero a este o aquel candidato.
El progresivo vaciamiento de la política perjudica, sin duda, a la izquierda. Si el gesto sustituye al principio; si la ocurrencia es mejor que la idea; si la violencia es mejor que el debate; si un gobierno deteniendo es mejor que un juez juzgando, entonces, la equidad, los derechos o la justicia importan poco.
Que lo nuevo fuera el postureo no era gratis. Se puede ser un comunista provocador el lunes, un socialdemócrata el martes, un nacionalista el miércoles, animador de escraches el jueves, editor de videos el viernes y difusor de sonrisas el sábado. Qué más da.
No es cierto que la multiplicación de canales haya acercado la política a la ciudadanía. Los nuevos canales tecnológicos sirven para mantener en tensión a los propios pero para bloquear el camino a los ajenos. La potencia de la comunicación no alienta la contaminación mutua o la pluralidad sino que multiplica los motivos de insulto airado.
El postureo es paralelo a las política de la ira porque permite la sobreactuación inexplicable e inexplicada. También, la mentira sostenida y la ausencia de memoria que hace que éste o aquel se presente cada día con un disfraz. Facilita que Iglesias se presente como joven comunista mientras Garzón humilla a los comunistas de siempre.
Lo llaman segmentar nichos o audiencias pero no es otra cosa que decirle a cada uno o a cada una lo que quiere oír, aunque sea contradictorio. La política es un catálogo, si no le gusta esta idea, tengo otra.
Reflexionen, reflexionen e irrítense por la ausencia de contenidos.
Libertad Martínez