«Aunque avanzamos aún falta pelo pal moño», ha escrito en Twitter un líder de las FARC colombianas hace unos días, intentando controlar prudentemente las negociaciones de paz que pueden poner fin cercano a la guerra -¿civil?- que vive el país desde hace medio siglo, con decenas de miles de muertos y centenares de miles de violaciones, por citar alguna de las salvajadas, lo oí por la radio pero no recuerdo el número.
No pocas lecciones se podrán sacar de este proceso de paz, la primera que el mundo no camina necesariamente hacia el desastre, impresión que traslada la lectura diaria del periódico y las palabras de los extremistas que se reproducen como esporas, los extremistas y sus palabras.
Otra lección: las negociaciones tienen una página web, asombrosamente con contenido y actualizada, bajo el título de Mesa de conversaciones para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera en Colombia, ahí se encuentra el acuerdo preliminar firmado en 2012, un buzón electrónico para enviar propuestas a la mesa, los comunicados conjuntos, un Informe de la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas, con 14 ensayos de expertos y de dos relatores, “insumo fundamental para la comprensión de la complejidad del conflicto y de las responsabilidades de quienes hayan participado o tenido incidencia en el mismo, y para el esclarecimiento de la verdad”; transparencia y comunicación, se puede definir lo anterior,
Aún debe faltar pelo para ese moño, pero va tomando forma, ya tiene una buena mata. La frase es aplicable a otros ámbitos.
Leyendo análisis sobre intención de voto de cara a las elecciones generales en España del 26J se aprende que no se puede hablar de juventud como un todo homogéneo, los jóvenes son variopintos, votan a todos los partidos, aunque aparece una orientación más frecuente hacia Podemos y Ciudadanos, pero también hay jóvenes socialistas y conservadores.
Escuchando a una especialista en terrorismo del Instituto Elcano se aprende que el perfil del terrorista yihadista es… que no hay perfil, el colectivo es heterogéneo.
En el mismo seminario sobre seguridad en el que participaba la especialista anterior, un arabista francés, estudioso del tema y aficionado ultra a Camarón de la Isla, defendía -y comparto- que todos los terroristas son conversos a una ideología totalitaria que poco tiene que ver con sus antecedentes religiosos, familiares, políticos.
Para entender a los colombianos, los jóvenes y los radicales se pueden aplicar mecanismos de aproximación y resolución de conflictos. La política en muchos casos se limita a describir problemas y se queda ahí, hay que obligar a concretar y actuar.
Por ejemplo, las actuaciones que se realicen para prevenir y detectar la radicalización, que requiere el fortalecimiento de los servicios sociales, pueden ser útiles para conocer e intentar controlar casos como el de un aficionado norteamericano a las armas, de un británico exagerado partidario de la insularidad de la isla, de un fanático que se acoja a la sombra del Dáesh, esté en nómina o sin que haya tenido contacto alguno; o de un cuarto que de desfogue quemando contenedores de vidrio y papel.
La juventud, el radicalismo islámico, el Estado, la Nación, los ejércitos, los de arriba y los de abajo, son abstracciones difíciles de comprender, categorías genéricas que entran de primeras muy bien pero en las que resulta arriesgado definir con un brochazo a todos sus componentes.
Reducir las personas a categorías es una primera aproximación, pero insuficiente. Hay que acercarse más. Sin llegar a establecer fórmulas con ocho apellidos vascos. Para la formación del próximo Gobierno español, sin conocer en el momento de escribir estas líneas el resultado de las elecciones, aún falta pelo para el moño, aunque se puede ir avanzando juntando pelos, algunos como la transparencia, la comunicación, las personas, la empatía. No hay moño sin una cabeza que la soporte ni persona debajo.
Carlos Penedo