Resulta patético el intento del Presidente Obama de criminalizar el derecho de los ciudadanos estadounidenses a portar armas, con el desgraciado atentado de Orlando de fondo. De alguna manera, el Presidente culpa a la misma sociedad norteamericana de que un individuo de origen afgano, yihadista declarado y confeso, que se beneficia del sistema de libertades impuesto en la democracia más grande del mundo, para entrar en un club y matar a cincuenta personas en nombre de Alá. Y todo por no dar cierta razón en sus postulados a Donald Trump, el candidato republicano, que aboga por el estricto control de los ciudadanos musulmanes que quieran entrar en los EE.UU. De nuevo, se anteponen los intereses de partido a los de la población.
Obvia claro está que en países de Europa, donde el control de las armas es prácticamente absoluto, se han producido atentados con armas y explosivos. Sera porque el citado control es solo para los ciudadanos honrados, no para los malos. En nuestro código penal, concretamente en el Capítulo V, artículos 563 al 570, se tipifica este delito castigado con pena de prisión de uno a tres años de prisión. Es decir, que partirle la cara a un tío que ha intentado robarte puede traerte más problemas que tener una pistola sin licencia.
Me resulta familiar todo esto. Cuando ocurrieron los atentados del once de Marzo en Madrid, gran parte de nuestra sociedad culpó al gobierno por mandar tropas a Iraq y no a los terroristas que pusieron las bombas.
Esta inversión de las ideas está muy presente en el occidente cristiano. La culpa es nuestra por ser supuestamente islamófobos, no de los terroristas que masacran a nuestra población. La culpa es nuestra por haber logrado llevar a cabo sociedades libres, donde cada uno puede pensar lo que quiera, expresarse como quiera con los únicos límites del honor de los demás. La culpa es nuestra por haber acogido a millones de emigrantes, darles ayudas e intentar integrarlos en nuestra cultura. La culpa es nuestra por no dejarles establecer turnos en las piscinas para que bañen las mujeres por un lado y los hombres por otro. La culpa es nuestra por consentir que nuestras mujeres vistan con minifalda o sean libres para acostarse o salir con quien ellas quieran.
Y por supuesto, la culpa es nuestra por permitir la homosexualidad, por ver con normalidad a dos hombres o dos mujeres caminar cogidas de las manos por nuestras calles, sin que nadie se alarme o se les condene a muerte como en los dominios de esos malnacidos que quieren imponer su ideología.
Ayer no han sido asesinados cincuenta homosexuales. Eran cincuenta personas, como usted o como yo que se divertían, amaban y vivían exactamente igual que ustedes.
Lo que ha sido asesinada es una parte de nuestra sociedad, de nuestro sistema de valores, de nuestra identidad como cultura y sociedad. En Orlando han muerto cincuenta personas dignas que representaban todo lo bueno de nosotros como civilización, y la culpa no es nuestra.
¡Es de ellos!
José Romero