El Brexit ha dado un susto a Europa como si una inmensa colonia de vampiros hubiese invadido el continente para chuparle su sangre, que está de hematíes peor que nunca, hasta la muerte final. Yo creía que solo quedaban dragones en Juego de tronos y entre los altos funcionarios de la administración. Pero no. El Dragón de San Jorge ha resucitado en forma de referéndum y se ha tragado al Santo Patrón de Inglaterra. Con las horribles consecuencias para los jóvenes, que apoyaron la permanencia y que ven su futuro hipotecado por el voto de sus abuelos que añoran el Imperio y el de unos trabajadores de mono azul que temen las consecuencias de la inmigración.
Pero el verdadero terremoto han sido los resultados de las generales. El único 'sorpasso' es el que Mariano Rajoy ha dado a todo el arco parlamentario, incluso a sí mismo. Ha sido épico. Aderezado por unas encuestas que anunciaban un Armageddon y que no acertaron a descubrir de inicio que el voto de la gente más asustada por el escenario posible no se revela nunca. Y había mucho, mucho asustado. Mejor definido como aterrorizado.
El Partido Popular y Mariano Rajoy consiguieron galvanizar una oferta electoral en la que se podían ver reflejados todos los que le votaron en diciembre, los decepcionados que votaron a Ciudadanos y se enfadaron con la frivolidad de Rivera que le llevó a un apoyo-postureo a Pedro Sánchez. Para eso no le habían votado. Muchos enfadados con el PP que veían venir la invasión venezolana-iraní también regresaron a su voto histórico y mucho votante de centroizquierda que habitualmente votaba PSOE, pero a quienes su sentido institucional le decidió a apoyar a Mariano Rajoy en esta ocasión porque veían peligrar un sistema que ha sido justo, creativo y creador que ha conseguido curar las terribles heridas del siglo XX, que ha puesto a España en las instituciones europeas, que ha instalado la democracia real en España y que ha presidido el periodo más pacífico, próspero y libre de la historia contemporánea de nuestro país.
Un gran amigo socialista explicaba hace muy poco que su partido había ayudado a Podemos sin darse cuenta porque le había comprado el diagnóstico de la situación y que solo difería de Podemos en el tratamiento. Y no. El diagnóstico era una barbaridad que afectaba a la propia biografía del Partido Socialista. El sistema es bueno, el mejor. Necesita reformas, pero es el cimiento de la democracia y la convivencia. Y Podemos se lo quiere cargar no para buscar la justicia social, sino para sustituirlo por un régimen no democrático disfrazado de democracia. Para nuestra democracia, la supervivencia del Partido de los socialistas y socialdemócratas ha sido una gran noticia. El PSOE es más necesario que nunca. Una gran noticia.
De Podemos habrá que hacer un análisis detenido en su momento. Hay que ver los datos detenidamente. Pero ni la brillante estratagema de presentar su programa como un catálogo de Ikea ha conseguido disimular que ellos nada tienen que ver con la socialdemocracia nórdica cuando todo el mundo sabe que han nacido de por y para el chavismo y el comunismo tuneado.
No se puede pasar en veinticuatro horas de la extrema izquierda al centroizquierda, sobre todo cuando quieres incinerar a todos los partidos que tienden al centro y forman el sistema democrático occidental que se quieren cargar con poquísimo disimulo. Pero eso otro día.
Juan Soler