Leía esta semana en una entrevista a la simpática presidenta del partido Unión de Todos (UDT), Helen Mukoro, de origen nigeriano. Quien a pesar de haber sido la cabeza de la candidatura de España con menos votos recibidos en estos comicios generales de junio, cincuenta y cuatro votos exactamente, decía que se sentía muy satisfecha con el resultado de su formación que ella dirige y que esos votos son la base de lo que pueda venir en el futuro.
Si para la señora Mukoro había sido todo un éxito sus escasos votos cosechados y se veía en cierta manera triunfadora de esa noche electoral, imaginen lo que tienen que decir los líderes y los acólitos de los grandes partidos en liza.
Y así ha sido, de la misma manera que a las ocho de la noche sale una procesión de políticos para hablar de las encuestas. Con un guión que ya está tan establecido y que hasta un niño de primaria, como si fuera la obra teatral de fin de curso que representan, podría recitar eso tan manido de: Son sólo encuestas, habrá que esperar a los resultados oficiales. La noche será larga, nuestras previsiones apuntan a mejor resultado de lo que dicen las encuestas etc, etc.
Pues de la misma manera, pasamos del rosario de respuestas absurdas, a decir casi todos los partidos que han ganado en esa noche electoral. Aunque la debacle sea estrepitosa se busca la arista más escondida para poder ver la botella medio llena.
En los países anglosajones especialmente, saben sus electores que la noche electoral conlleva al cien por cien la dimisión de uno o varios políticos esa misma velada. No esperan ni un segundo tras observar los ya no malos resultados, sino los regulares para coger la puerta del «Exit», que tan de moda está esa palabra en estos días.
Pero en España, tras analizar los resultados de la noche electoral y escuchar a sus dirigentes hay veces que piensas que la tomadura de pelo hacia el electorado se intensifica. En especial, cuando se tienen los resultados oficiales.
A los hechos me refiero, el Partido Popular gana las elecciones generales por tercera vez consecutiva, gana en todas las Comunidades Autónomas excepto en la vasca y la catalana. Sube 14 escaños, le saca al segundo partido que son los socialistas 52 escaños y casi 11 puntos porcentuales, y a pesar de todo esto para los Sánchez, Iglesias o Riveras de turno no les parece suficiente para que gobierne el PP. Y o bien unos le ponen exigencias inadmisibles para apoyarles, u otros ya se niegan en rotundo por activa y pasiva a apoyar que forme gobierno Mariano Rajoy.
La radiografía de lo que tiene Rajoy en frente es, como él mismo reconoce, desangelada. Se encuentra ante dirigentes que no tienen sentido de Estado, y a los hechos nos tenemos que circunscribir.
Sánchez ha vuelto a llevar al PSOE, por segunda vez, al peor resultado de su historia, y se agarra a su puesto aduciendo que ha mantenido el segundo puesto. Aunque de todos es conocido que en su cogote le sopla un ejército de bayonetas de compañeros de su propio partido que están eligiendo el momento más propicio para descabalgarle de la dirección política socialista.
Iglesias, quien se veía Presidente del Gobierno, ha pasado del todo a la nada. El líder de Podemos ha aprendido que en política nunca dos más dos suman cuatro, abriéndosele una crisis interna que llevará a los antisistemas podemitas a un congreso extraordinario, sabiendo que tiene el gallinero muy movido de tantos grupos, grupetos, confluencias y organizaciones que nos marean con tanta asamblea y círculo pero que no sólo dan miedo, sino terror a una gran mayoría de españoles quienes han hecho posible que llevasen un buen revolcón en estas elecciones.
Rivera ha jugado a veleta, a querer estar con todos y con nadie, y parte de su electorado que procedía del PP le ha castigado por verle sentado con socialistas y comunistas podemitas en una reunión que abrió las carnes a todos aquellos que castigaban al PP. Pero que de ninguna manera aceptarían que Ciudadanos se echase en brazos de la izquierda radical.
Visto el panorama, se me antoja todavía largo el desenlace de estas elecciones, porque los perdedores no quieren reconocer su derrota y el ganador se las verá y deseará para gobernar con esta tropa.
Carlos Iturgaiz