Rearme europeo en términos de nueva estrategia en política exterior y de seguridad, no de cantidad de explosivos.
La literatura científica, expresión que utilizo para dar un aire elevado a toda la columna desde su inicio, no acaba de ponerse de acuerdo si los niños crecen cuando están enfermos o enferman cuando el metabolismo les fuerza un estirón, si añaden centímetros por la cama o caen temporalmente en horizontal porque están creciendo.
Sirva el símil con Europa: no se acaba de ver si el proyecto de unión política está en crisis por la ampliación acelerada hasta 28 estados y le tira la sisa o bien vive realmente una crisis existencial que la mantiene postrada y en este caso menguando, a partir de cierta edad es raro crecer.
Los síntomas en cualquier caso apuntan hacia un ejercicio de irresponsabilidad generalizado: irresponsabilida
Culpas generalizadas es igual a nadie responsable, aunque una pista da que los Gobiernos estatales y las instituciones comunitarias aplican políticas, y en este mercado hay alternativas, no recetas únicas de obligado cumplimiento por altos funcionarios que nadie ha elegido, los hombres de negro aplican un recetario determinado.
Las interpretaciones de una reciente encuesta del norteamericano Pew Research Center no han destacado lo suficiente que los españoles sobresalen como los más partidarios de ayudar a otros países, mientras que el resto de los vecinos comunitarios parece más proclive a encerrarse a resolver sus problemas internos; que un nada desdeñable 30% de nuestros compatriotas son favorables incluso a transferir más competencias a la UE; que los europeos más jóvenes son más partidarios de la UE que sus mayores.
Lo preocupante de esa encuesta es que el apoyo a la UE ha pasado en España del 80% al 47% en diez años; y alguna influencia habrá tenido el tipo de políticas ejecutadas cuando hoy la derecha nacional se muestra más europeísta que la izquierda patria.
En estas estamos cuando la UE acaba de presentar nada menos que su «estrategia global para la política exterior y de seguridad», con el título de «Una visión común, una actuación conjunta: una Europa más fuerte», sin excesiva repercusión. Sorprende ciertamente el momento de crisis existencial; la anterior estrategia fue aprobada en 2003 en otra crisis, con Javier Solana como responsable exterior de la Europa política, año de invasiones en Oriente Próximo y documento que consiguió presentar una alternativa más racional a la guerra contra todo del pequeño de los Bush.
Sucede a aquel «documento Solana» el «documento Mogherini», por la responsable actual de acción exterior, de nombre Federica, y la estrategia no es otra cosa distinta que la expresión escrita de lo que Europa quiere hacer en el mundo.
Superando el atractivo de la aparente inteligencia de quien desconfía, afirmo que este documento es novedoso, renovador, optimista, europeísta, diferente; reconociendo que los Estados son los soberanos en sus decisiones de política exterior y de defensa -y en industria asociada-, se apunta hacia una autonomía estratégica de Europa, un enfoque global de los conflictos, plantea «reforzar nuestra seguridad y defensa en plena conformidad con los derechos humanos y el Estado de derecho». Frente a las guerras preventivas, «diplomacia preventiva», y aparece varias veces en el texto mencionado el acuerdo nuclear con Irán como un ejemplo práctico.
Se puede interpretar que Europa sale de esta crisis política o hacia la irrelevancia o se fortalece: «Los objetivos e incluso la propia existencia de nuestra Unión están en entredicho. Y, sin embargo, nunca tanto como ahora han necesitado nuestros ciudadanos y el resto del mundo una UE fuerte», dice la responsable de Exteriores y de Seguridad.
Se apuesta por un orden mundial basado en el derecho internacional, la interdependencia, un enfoque integrado de los conflictos, unas Naciones Unidas también fuertes.
«No es momento de indecisiones», añade Mogherini, con abundantes referencias a los ciudadanos.
La UE apuesta en este documento por un pragmatismo basado en principios que le aleje tanto del aislacionismo como de un intervencionismo precipitado que marcan la política exterior y de seguridad de los últimos años. «No es el momento de policías globales ni de guerreros solitarios», escribe gráficamente la que es también vicepresidenta de la Comisión Europea.
«La UE promoverá un orden mundial basado en normas, con el multilateralismo como principio esencial y las Naciones Unidas como núcleo», se puede leer y la frase sube inmediatamente el nivel de europeísmo del lector, incluso por encima del telespectador medio de Eurovisión. Se llega incluso a mencionar en el documento la necesidad de reconstruir el «contrato social entre el Estado y los ciudadanos», en referencia a países en conflicto y se podría extender hasta a la propia UE y sus miembros -esto último lo añade el intérprete-.
«Vivimos es un mundo de previsible imprevisibilidad», por lo que la Unión debiera aumentar su capacidad de respuesta y hacerlo de forma más rápida y eficaz.
Habrá quienes recelen de este tipo de documentos, de las buenas intenciones escritas, y sigan con el foco en uno de los instrumentos, el militar, reclamando presupuesto y equipamiento sin cuestionarse el objetivo o las amenazas.
Inútil en cualquier caso hacer arqueo de medicinas o pedir incremento del gasto farmacéutico si no sabemos qué le pasa al chaval.
Queda ahora el reto de aplicar sobre el mundo real la nueva estrategia, pero que esté escrita es positivo, en sentido contrario la invasión de Irak o la solución final nazi también descansaban en textos previos.
Nunca despreciemos el valor de un documento escrito, puede servir hasta para quitar el frío en la bajada de un puerto de montaña.
Carlos Penedo