Pues si; alegres muchachos y muchachas que solo veis casta por todas partes: hay gente que llamáis élite que, también, trabaja en agosto.
Por razones que no vienen al caso me he tenido que ver y hablar, en estos primeros días de Agosto, con funcionarios y funcionarias, concejales y concejalas, directores y directoras generales, incluso algún consejero o consejera, secretarias judiciales y gente de peor vivir y condición, casta total.
Fíjense ustedes, estaban atendiendo a ciudadanos y ciudadanas más allá del deber, en condiciones técnicas deplorables y sin los recursos humanos que los recortes hurtaron a la gestión pública. Quejas, las justas, voluntad de trabajo las más.
Quiero decir que, quizá, deberíamos tener cuidado con esos discursos facilones con los que despreciamos al personal, a los que gobiernan y a los que guardan en las ventanillas, las salas judiciales y los registros estos infames agostos de calor.
Quizá debiéramos ser más amables con los policías y guardias que cuidan nuestras ciudades y carreteras; con aquellos y aquellas que, con contrato a tiempo parcial, nos sirven en los comercios o en los chiringuitos. También, con los sanitarios y sanitarias que nos salvan la vida en estos días de calor, en fin, con esa gente que trabaja en agosto.
Incluso, podemos hacer un esfuerzo con estos y estas periodistas, incluidos estos de Estrella Digital, que siguen currando mientras los demás nos metemos en viajes, descansos y todas esas cosas que nos encantan y nos merecemos.
No es mi intención lanzar mensaje alguno en esta temporada veraniega. Pero me resulta crudo que esta gente que trabaja en agosto sigue sin Gobierno mientras los electos y electas posturean y no hacen ni los buenos días. Y no digo más que se me nota el cabreo.
Hay gente que trabaja en agosto. No me haré aquí eco de las cifras, ni de sus condiciones contractuales: en el otoño les contare lo que pienso. Si reclamo ese viejo y antiguo respeto que teníamos a aquellos y aquellas que trabajaban mientras el resto andábamos de vacaciones.
A ver, trabajar en agosto es una especie de condena, expiar algún pecado o un castigo divino. Es, también, soportar el enfado de quienes deben usar sus días de vacaciones para gestiones, trámites o recurrir a empresas con las que habitualmente no se encuentran.
Razón para pedir a suministradores que traten bien a quien consume y a quienes consumen que respeten a quienes suministran.
Yo levanto hoy una copa por los servidores y servidoras públicos que, siendo agosto, se empeñan en hacer su trabajo y hacerlo bien. Cuando llegue septiembre igual me toca enfadarme, pero no será en estos días en los que he visto como ejercen su compromiso, en penosas condiciones laborales, personales y de recursos.
Escribió mi amigo Luis García Montero en una ocasión que, en estos días de apreturas en la carreteras y autopistas, “avanzamos a paso de tortuga histérica”. Ellos y ellas, que trabajan en agosto, soportan nuestra histeria y nuestras prisas. Tomemos un minuto para reconocerlo.
Dicen las estadísticas que este agosto trabajará mucha gente. Gente responsable, con salarios bajos, con contratos a tiempo parcial, especialmente; con exceso de temporalidad; también, sin recursos en la función pública o con departamentos municipales vacíos. Detrás de cada número hay una persona, una sonrisa y un compromiso
Una que se toma unos pocos días esta semana, viene a reconocerles su esfuerzo y a presentar una hipótesis. Ellos y ellas sonríen: todos los Pokemon de la oficina son suyos mientras usted tiene que buscarlos en la playa. Se siente.
Libertad Martínez